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Los voluntarios ofrecen un plato de macarrones a uno de los ‘sin techo’.

Calor humano para la noche más fría

Voluntarios de Cruz Roja recorren las calles de Vitoria para ofrecer comida, mantas y algo de compañía a los ‘sin techo’ que se niegan a ir al albergue

Daniel González

Domingo, 22 de enero 2017, 02:17

Carlos se encoge de frío mientras de su boca sale una nube de vaho. Son las once de la noche y Vitoria se congela a bajo cero, y para este sin techo sólo es el aperitivo de lo que le espera. Pese a la advertencia de que está a punto de enfrentarse a la noche más fría de la semana, él está dispuesto a resistir en la calle con las pocas mantas y el saco de dormir que guarda en la mochila. «No quiero ir a albergues», advierte, recordando una mala experiencia del año pasado. Y nada le hace cambiar de idea. A pesar de ello, los voluntarios de Cruz Roja que le visitan cada noche en los soportales donde se refugia insisten. Pero Carlos se muestra firme.

Lo que sí acepta es un plato caliente de macarrones y caldo recién salido del microondas, que atrapa en sus manos con la esperanza de que el calor se extienda por su cuerpo. Marta, Sebastián y Óscar lo extraen de la furgoneta con la que, de lunes a miércoles y los viernes, se hace la ronda por 24 puntos de la ciudad. Pero lo que más agradece este parado de larga duración de 50 años, antiguo trabajador de la industria metalúrgica, al que el banco arrebató su casa y ahora malvive al raso es la conversación que le brindan. La compañía de estos tres voluntarios calienta mucho más que cualquier manta o abrigo. Es el calor humano, que tanto añoran quienes se han visto obligados a tener el pavimento como parqué.

Cada jornada que pasa, Carlos agudiza su supervivencia. «Los días de frío los llevo como puedo, se me hacen heridas en las manos Se pasa mal», admite. Lleva desde mayo de 2014 sin hogar, y en 2015 recaló en Vitoria. «El año pasado fue bastante peor, a finales de 2015 hubo muchas tormentas y nevadas», recuerda. Cada día se protege «en un sitio resguardado, con el saco de dormir y las mantas. Normalmente llevo puestas tres camisetas, una sudadera y una chamarra. Y dos calzoncillos largos debajo del pantalón», y lo poco que tiene lo puede comprar gracias a las limosnas o los regalos de la gente.

Cinco 'habituales' cada noche

Para él la visita de la Cruz Roja «supone muchas veces la diferencia entre comer y no comer, porque pidiendo en la calle con mucha suerte sacas cinco o seis euros». Con esas monedas repone lo que se le ha roto, compra algo de comida y las medicinas que precisa. Muchas veces son los propios voluntarios quienes intentan llevarle lo que necesita. Como él, otras cuatro personas conforman el grupo de habituales que son atendidos por los voluntarios. El resto, normalmente personas nómadas, no se quedan más de uno o dos meses en la ciudad. Y otra decena duermen en los dispositivos invernales. En cada jornada, que arranca a las diez de la noche y dura hasta la una, encuentran como mínimo a ocho sin techo. Y junto a la comida también les dan latas de conserva, pan y otros alimentos para el día siguiente les entregan mantas, un kit de higiene personal y ropa interior.

Tras despedirse de Carlos, el equipo vuelve a la furgoneta. Esa noche varios de los puntos están vacíos. En uno donde habitualmente hay dos personas, los cartones están plegados contra la pared. Uno de ellos esconde un viejo libro. Estos últimos días, con el aumento del frío, son muchos los que acceden al fin a ir al dispositivo municipal. Algo que alivia a los voluntarios. Hoy conduce Sebastián, y cada vez que ve en la calle un termómetro bajo cero se estremece. «Es una sensación de impotencia, de verles malviviendo Pero al menos les ayudamos con lo que podemos, y con el cariño y la conversación. Les demuestras que aunque están en la calle representan algo, que no nos olvidamos de ellos».

Cada noche arranca con la preparación del plato de comida, que esta vez corre a cargo de Maite y Lina, y después el grupo sale a la calle. Los 35 voluntarios que participan en este programa de Cruz Roja se han convertido en un apoyo indispensable de los sin techo vitorianos. Comenzaron en 2014, ayudados por la asociación Bultzain. Se basaron en la experiencia de Zaragoza, y sólo en 2016, realizaron 1.200 atenciones. Financiada con fondos propios, la necesidad de material y de voluntarios es acuciante, y por eso piden donaciones de sacos de dormir, ropa de abrigo y calzado, que se puede entregar en Portal de Castilla, 52.

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