Los escolares de Errekabarri se trasladan en autobús cada día del barrio de Salburua al colegio Cándido Ruiz de Garibay, en Zaragama.

460 niños acuden a colegios provisionales a la espera de tres nuevos centros en Vitoria

Los padres señalan que los traslados y la falta de extraescolares son los mayores inconvenientes, pero que las instalaciones son «adecuadas»

Nerea Pérez de Nanclares

Jueves, 12 de enero 2017, 21:59

Los futuros colegios Errekabarri y Aldaialde, junto con el instituto Zabalgana, suman alrededor de 460 niños en la actualidad. Pero ninguno de los tres centros ... se ha construido aún y, hasta la inauguración de las instalaciones definitivas, todos sus alumnos acuden a clase a diario a escuelas provisionales. De ellos, alrededor de 335 escolares de entre dos y seis años están matriculados en Errekabarri Ikastetxea, que se levantará en Salburua. El Departamento vasco de Educación abrió en 2013 la matriculación en este colegio ante la imparable demanda de plazas educativas en el barrio y habilitó el antiguo colegio Cándido Ruiz de Garibay, en Zaramaga, para acoger a los primeros alumnos.

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«En este tiempo no hemos parado de pelear hasta conseguir que todos los niños tengan transporte, incluso al mediodía para ir a comer a casa», afirma Igor López de Ondategui, presidente de la asociación de padres y madres (Ampa) de este colegio, que no duda en reconocer que las instalaciones «adecuadas, están muy bien». No en vano, la última actuación de Educación se produjo el pasado verano, momento en que aprovechó para ampliar el comedor e instalar un gimnasio prefabricado. Un equipamiento necesario para la primera promoción que ya ha llegado a primero de Primaria.

«El mayor problema es que estamos fuera del barrio, con todo lo que eso implica», afirma López de Ondategui. Un ejemplo. La Ampa ha desistido de organizar extraescolares «porque no se apunta nadie», admite. En esta misma línea se pronuncia Elena Guerrero, presidenta de la asociación de padres y madres del IES Zabalgana. Los estudiantes de este centro 63 en la actualidad acudirán durante los próximos dos cursos, mientras terminan las obras del edificio definitivo que empezaron en agosto, al instituto de Bachillerato a Distancia Ramiro de Maeztu. Si no surgen contratiempos, el nuevo equipamiento abrirá sus puertas en el 2018-2019. «¿Quién vendría por la tarde a este centro a las extraescolares si hay quien vive a cuatro kilómetros de distancia? Es inviable», admite. De hecho, las clases de refuerzo se imparten en horario vespertino en un aula cedida por una escuela del barrio.

Pese a ello, Elena Guerrero admite que «en líneas generales estamos contentos con el profesorado, el equipamiento y la dirección. Y los pequeños contratiempos que van surgiendo se van solucionando. Por ejemplo, el instituto nos ha cedido su sala de ordenadores para nuestros alumnos», afirma al tiempo que advierte que desde la Ampa siguen muy de cerca el desarrollo de las obras del futuro instituto.

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El tercer grupo de alumnos que cada día pone rumbo a un destino escolar provisional es el formado por cerca de setenta niños de dos y tres años del futuro colegio de Infantil y Primaria Aldaialde, que se levantará en Borinbizkarra. Ellos reciben clase en módulos prefabricados situados en el mismo solar que ocuparon desde 2009 los estudiantes de Mariturri hasta abril del año pasado, cuando más de 400 alumnos y sus profesores se trasladaron al nuevo colegio, edificado en una parcela localizada entre las calles Leza y Oion. Tras esa mudanza, el Gobierno vasco procedió a retirar esas aulas temporales y colocar nuevas.

Prefabricados

«A la gente le pueden echar para atrás los prefabricados, pero el equipamiento está bien. El problema está en que a medida que pasa el tiempo hay que ampliar las instalaciones porque se van quedando pequeñas y eso supone un coste importante», afirma Esther Ruiz, de la Ampa de Aldaialde, con la mente puesta en el caso de Mariturri. Para ella, sin embargo, una de las mayores carencias que sufren los alumnos de Aldaialde está en el transporte. «Educación nos lo ha denegado y tampoco tenemos una línea de Tuvisa que nos acerque», asegura. Esto lleva a los padres a utilizar el transporte privado «y si ahora se generan problemas de tráfico por las dobles filas, no quiero ni pensar los atascos que se producirán cuando vayan aumentando los alumnos». De ahí que insista en la necesidad de agilizar el proyecto del futuro colegio. «No han sacado aún el concurso de ejecución de la obra y no se pueden demorar para que podamos estar en el nuevo equipamiento dentro de cuatro o cinco años, que ya nos parece mucho», afirma.

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