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El mural del lavadero de Eguílaz representa el campo, el pueblo, sus gentes y tradiciones.
Pueblos que pintan mucho en Álava

Pueblos que pintan mucho en Álava

El muralismo colaborativo no se circunscribe a Vitoria. Once localidades alavesas ya presumen de coloristas obras pintadas en lavaderos, frontones, boleras y depósitos de agua

Nuria Nuño

Lunes, 28 de noviembre 2016, 00:22

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Vivimos tiempos en los que el arte urbano goza de creciente visibilidad y reconocimiento. En Vitoria, sin ir más lejos, las intervenciones artísticas en grandes fachadas y espacios públicos dieron sus primeros pasos hace casi una década, en 2007, cuando las hermanas Werckmeister, Christina y Veronica, junto con Brenan Duarte, fundaron el ya popular y archiconocido Itinerario Muralístico de Vitoria-Gasteiz, una gran «herramienta de expresión pública y comunitaria».

Desde entonces, se han llevado a cabo un total de dieciséis talleres de muralismo colaborativo a gran escala en el Casco Medieval y en el barrio de Zaramaga, donde este año se ha inaugurado el primero de la ciudad que, literalmente, se sale de la pared, puesto que parte de él está en relieve. Se han acometido, además, infinidad de ellas en numerosos centros educativos.

Estas primeras creaciones, agrupadas bajo la denominación La ciudad pintada, funcionan como una inmensa galería de arte urbano al aire libre que, a lo largo de estos años, se ha ido ganando a pulso no sólo el cariño y la admiración de los vitorianos, sino también el interés y los halagos de los turistas que recalan en la capital vasca.

Ese muralismo, sin embargo, no ha quedado circunscrito a los confines de Vitoria. Diversos pueblos y el entorno rural de Álava gozan asimismo de una propuesta artística propia y con encanto. Para remontarse a los orígenes de esta peculiar ruta por la provincia, desconocida para gran parte de la población, es preciso viajar seis años en el tiempo.

Desde esa fecha, las impulsoras del itinerario vitoriano han venido realizando cada año un taller de muralismo colaborativo, en especial, en diversos puntos del municipio alavés de San Millán. «El programa nació gracias al apoyo e iniciativa de su ayuntamiento, que está comprometido con la cultura de sus pueblos», apunta Veronica Werckmeister, alma mater del proyecto.

«La iniciativa surgió no sólo con el objetivo de embellecer las localidades, sino también de crear una cohesión, un vínculo entre ellas», agrega la artista estadounidense, afincada en Vitoria, que se ha forjado un nombre y una dilatada trayectoria en el campo del arte público colectivo.

La ruta por San Millán

San Millán, que se halla en la parte nororiental del territorio histórico alavés, pertenece a la Cuadrilla de Salvatierra. Se trata de un municipio eminentemente rural, formado por quince pequeños pueblos dispersos a lo largo y ancho de una extensión que roza los 90 kilómetros cuadrados. Desde hace seis años, varias de sus localidades tienen un nuevo nexo en común: presumen de lucir un colorido y original mural, fruto de la imaginación, la unión y el esfuerzo de numerosos artistas y vecinos de la zona. En este caso, el muralismo funciona también como un símbolo que permite unir pueblos y acortar distancias.

La primera parada de este peculiar itinerario surgió en Ordoñana, el principal núcleo de población de ese municipio alavés, cuando corría el año 2010. Desde entonces, se han ido sumando sin prisa pero sin pausa las piezas alumbradas en los pueblos de Adana, San Román de San Millán, Narbaiza, Ullibarri-Jauregi, Okariz y Eguílaz, donde el último verano vio la luz el que se convirtió en el séptimo mural de la comarca.

Cada uno de los talleres ha reproducido, en esencia, el saber acumulado durante casi una década en el Itinerario Muralístico de Vitoria-Gasteiz. Eso sí, a escala más pequeña. Por lo general, en cada nuevo mural se invierte una semana para que los lugareños, mediante la técnica del brainstorming la tormenta de ideas de toda la vida, diseñen la obra que quieren ver inmortalizada en lugares con un significado especial para los habitantes del pueblo o, en su caso, espacios, fachadas o infraestructuras a los que es preciso dar un buen lavado de cara.

Semanas o incluso meses después es necesario que el tiempo acompañe durante la ejecución del diseño, el boceto consensuado se plasma como una pintura colectiva a lo largo de dos o tres semanas. «Para todos los que participan resulta una experiencia inolvidable y muy enriquecedora», subraya Werckmeister. «Los vecinos de los pueblos se vuelcan en los proyectos, que tienen carácter intergeneracional, ya que participa gente de todas las edades; desde los más pequeños a los vecinos más mayores. Todos disfrutan del proceso creativo», agrega la norteamericana.

Los nuevos, en Maeztu

«Hasta la fecha hemos pintado lavaderos, fachadas, frontones, muros de contención, boleras, depósitos de agua», detalla Veronica, una de las artistas que ha liderado este proyecto junto a su hermana Christina, Estíbaliz Vera, Marta Gil, Ana Díaz de Espada, Amaia Gómez, Alexei Lacalle e Irantzu Lekue.

Esta última fue parte activa del mural que, desde este pasado verano, ha insuflado vigor y color a las paredes del lavadero restaurado de Eguílaz, una obra que «representa el trabajo de lavida rural, los frutos de la naturaleza, así como los encantos y monumentos de la zona», caso del popular dolmen de Aitzkomendi.

Aunque el grueso de estos murales rurales se concentra por ahora en el municipio de San Millán, otros pueblos del territorio histórico alavés muestran también con orgullo su propia obra artística. Es el caso, por ejemplo, de los que pueden verse en Alegría-Dulantzi y en Argómaniz, donde se localiza Amets haziak/Sueños al aire, el ejemplo de arte colaborativo plasmado en esta localidad gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Elburgo.

Muy pronto se sumarán a esta inusual y colorista ruta los dos que se ejecutan desde hace unas semanas por parte del equipo Vwerck con la inestimable participación de vecinos voluntarios en el frontón de la plaza de Maeztu y también en un cercano depósito de aguas, finalizado la pasada semana, donde unos impresionantes caballos se integran en el paisaje. Serán dos nuevas muestras de arte participativo en unos pueblos alaveses que, definitivamente, pintan mucho.

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