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Cuidado con la blusa, que la carga al diablo.

¡A la barricada!

Santiago hay algarada en el centro de Vitoria. Tumulto. Tropel. Zapatiesta. Jaleo. Pero que no cunda el pánico. El alboroto se debe a la constitución de un zafarrancho festivo

los madrugadores

Lunes, 25 de julio 2016, 04:04

Por Santiago hay algarada en el centro de Vitoria. Tumulto. Un tropel de gente se concentra en el punto neurálgico de la ciudad. Zapatiesta. Jaleo. Que no cunda el pánico. Aquí no hay asonada como en Turquía. El alboroto se debe a la constitución de un zafarrancho festivo. No hay ruido de sables. Lo que suena son las barricas rodando por Postas y Virgen Blanca. La revolución llega hoy con enormes garrafas de madera impulsadas por blusas y neskas. Puede que el título de este texto remita a reivindicaciones más delicadas y belicosas, pero no. Es que movilizar a la masa llamando ¡a la tonelada! o inducir al gentío a que se agite al grito de ¡a la barrilada! quedaba algo menos rimbombante.

Son iniciativas como ésta las que hacen que los que manchamos el papel con unas cuantas letras con el fin de entretener, tengamos algo diferente que comentar un 25 de julio en Gasteiz. Con los orines tenemos otra novedad. A estas horas serán varios los que habrán experimentado en sí mismos la huella que deja una lluvia dorada inesperada. Esa micción que retorna al emisor rociándolo con efecto aspersor, suponemos, y que deja el estigma de culpabilidad en el infractor.

Levis con olor a amoniaco y bambas de a 200 euros salpicadas de urea. Eso si no tenías el pernil al descubierto. Otro elemento que suele renovarse cada año son los cachivaches que ofrecen los vendedores ambulantes. Siguen un circuito señalado en el calendario, arriban procedentes de festejos circundantes y deambulan itinerantes por las calles de Vitoria. La novedad que proponen esta temporada es un mono de cara impasible y brazos largos que se agarra a cuello como a un clavo ardiendo. Otrora fueron las gafas luminosas, accesorios refulgentes o diademas con antenas variopintas. El futuro puede traer pulseras abigarradas, parches catódicos o tenacillas parlantes.

Los Madrugadores, fieles a nuestros principios, ofrecemos narices rojas. Esos apéndices colorados que trocan el gesto y pintan una mueca. Un suplemento que representa el atopismo y que obsequiamos durante esta mañana en la Virgen Blanca. Otra innovación en la fiesta este año, para gente osada y mentes cuadriculadas.

Sin embargo, es innegable que se ha de observar la tradición. Mantener también las costumbres. Los señores que se ufanan con el trofeo de una lustrosa ristra de ajos a precio de saldo que pende de su hombro o las señoras que se llevan un talo a casa después de catar un incalculable número de productos por la filosa en la Feria Agrícola. Y, cómo no, el alma de la fiesta. Las cuadrillas de neskas y blusas. Un universo abigarrado de individuos con roles diferentes y hasta divergentes. Fulanos a los que de cotidiano mentas con desdén la madre y que hoy se convierten en amigos del alma.

Ahí tenéis al impenitente bancario que no claudica en el cobro de los intereses, el que subrepticiamente te tanga con la letra pequeña. Mirad con qué cadencia inconsciente se agita encima de la barra del bar. ¡Si hasta parece otro! Qué lástima que hoy no conceda créditos hipotecarios.

El severo agente de la autoridad, la solemne catedrática que no transige con el cinco pelao y el adusto gerente más escrupuloso con el cuarto de hora del bocata abandonan el lado oscuro. Dejan de ser lóbregos y se avienen con el prójimo de calaña más llana. Días de manifiesta fraternidad como el de hoy están para que nos percatemos de que todos respiramos, comemos y cagamos. Lástima que haya tan pocos en el calendario.

Pero hoy sí toca. Es el día de Santiago. El día del blusa y la neska. Os exhortamos al buen rollo. Clamamos por el jolgorio. Vitoreamos a la deidad de la farra. ¡Vitorianas! ¡Vitorianos! ¡A la barricada!

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