Planeta ITV
Pasar la revisión al coche no es como hacerse una colonoscopia, pero también da cierto respeto. ¿Y si me sacan algo?
los madrugadores
Lunes, 11 de julio 2016, 00:46
Orbitando en el extrarradio de la ciudad, magnetiza automóviles trajinados y con cierta longevidad. El planeta ITV expende salvoconductos que permiten transitar acorde a las normas por el universo de vías asfaltadas que comunican el mundo. Cada vez que hay que visitar el planeta ITV se hace de mala gana, porque entrar en su atmósfera exige el pago de una tasa variable que puede parecer desorbitada y, además, no te asegura la obtención del visado, ese que habrás de llevar visible en el parabrisas de tu nave durante un tiempo estipulado.
Aterrizarás y, depositando tu vehículo en el hangar, dirigirás tus pasos al centro de control con las credenciales en la mano. Alineados en dos hileras, en función de la concertación previa de la inspección, solventarás el tema burocrático y ubicarás el auto enfilando el lineal asignado.
Toca aguardar un tiempo más o menos prolongado, aunque eso siempre es relativo. En el planeta ITV no abundan las distracciones y para hacer frente a la espera confiarás en la presteza de los mecánicos. Sin embargo, no has escogido el mejor día y julio es un mes en el que abundan los vehículos que, como el tuyo, necesitan la licencia para surcar las carreteras.
Permanecerás en tu cabina en compañía de los sonidos que emana la radio y, si se da el caso, orearás el habitáculo de los calores de la canícula abriendo una compuerta. Pasearás parsimonioso con las manos entrelazadas en retaguardia, encorvado y mirándote los pies dejando que corran los minutos. Consultarás naderías en el móvil e incluso aprovecharás para hacer una llamada; o mejor no, no vaya a avanzar la cola repentinamente y te llegue el turno. El planeta ITV es impredecible. Entablarás una conversación anodina con otro visitante, posiblemente sobre coches, que para eso estáis allí. Observarás en la distancia las maniobras de los operarios con los autos que inspeccionan, un procedimiento que pronto emplearán con tu vehículo. Y, mientras aguardas, repetirás varias veces una acción algo inconsistente pero obligada: poner en marcha el motor para progresar solo unos centímetros y mantener prietas las filas con el resto de coches.
No puedes negarlo, hay algo de inquietud en ti. Recuerdas la zozobra que te provocaban los exámenes del colegio. La revisión médica en la que confías, pero, ¿y si te sacan algo malo? No eres tú, pero es algo tuyo, te importa y un balance negativo afectará a tus finanzas. No lo pienses más, llega la hora de la verdad. Los especialistas del planeta ITV te reclaman, es tu turno.
Estás en sus manos. Al menos lo está, literalmente, el volante de tu coche porque, aunque no eres primerizo, sigues sin atinar a la hora de colocar los neumáticos en el lugar que te indican. Saludo estricto, sin alharacas. Vaya, quizá el inspector no tenga un buen día. Tiene la documentación del vehículo en su poder y, lo que es peor, un bolígrafo. Un arma de destrucción masiva o el pincel de un artista en función de su dictamen.
Haces un comentario jocoso. Una chanza amable buscando una complicidad que puede allanar el terreno. Como respuesta obtienes las mecánicas y lacónicas indicaciones a seguir para comprobar que el sistema de alumbrado de tu auto funciona correctamente. Te ofuscas. Vas a mano cambiada con los intermitentes y no atinas a conectar las luces antiniebla. Sonrisa nerviosa. ¡Cálmate, por Dios! El mecánico repite hierático por tercera vez lo que has de hacer. El sudor perla tu frente.
Te sientes ridículo agitando el volante de lado a lado. Al hacerlo, escuchas el chirrido del roce de los neumáticos, pero no la indicación del inspector que hace dos minutos te dijo que parases.
Definitivamente, compruebas que en ese rincón del planeta ITV debe de haber un vórtice turbulento puesto que la voz que llega desde los bajos de tu coche lo hace con tal disonancia que resulta ininteligible, y eso te provoca mayor azoramiento. Pisas los pedales al libre albedrío esperando coincidir con las directrices del inspector.
Un pie trémulo te hace ser incapaz de mantener las revoluciones en el motor para certificar que no emite exceso de gases. A estas alturas crees estar al borde del desastre. ¡Esta vez, no pasa! Imploras mentalmente que la reparación en el taller no sea abrumadora.
Has concluido y estás a la espera frente a la última puerta. Cuando la franquees será con un veredicto. Ya llega. De la boca del operario sale el anhelado: «un añito más». ¡Lo has logrado! Tu nave no tendrá que volver hasta dentro de un año al planeta ITV.