Ese detallico
Impresionar con viajes, obsequios y convites cuando se maneja parné a mansalva es sencillo, pero acertar con el regalo es complicado tengas dinero o no
los madrugadores
Lunes, 13 de junio 2016, 04:56
¡Qué soltura en el regalo abonado con dinero de aroma a chamusquina! Ese de las tramas de corrupción política que viajan a la remanguillé, a hurtadillas, sin que el fisco se huela la tostada. ¡Con qué alegría se funden esos cuartos para darse tono, para hacer el paripé de opulento de ralea! Pencos pura sangre, lumis de punto en boca e implantes en el cartón. ¡Cutrerío! Y todo abonado con esa guita que te pone cuerpo de jota cuando mana a la chitón y que arde en el bolsillo si te sientan en el banquillo.
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Si dispones de ese parné que está debajo de la alfombra todo es más fácil a la hora de tener un gesto de cortesía con el prójimo. Viajes transoceánicos, jamones de catálogo o Rolex con monitorizador de constantes vitales. Impresionar así es más sencillo, pero acertar con el regalo es complicado tengas o no dinero. Si eres un fatuo de los que mira en internet el precio del obsequio que recibe, no hay más que decir. Pero si crees que la enjundia está en que sea algo que, por insignificante que parezca, cubre una apetencia coyuntural, eres de los que obliga a darle al magín y eso supone un esfuerzo y hasta un reto, amiga.
A ver, que a nadie amarga que le amueblen el nido por la cara, ya sea la cocina, el salón o el tálamo. Suele ser el camino que toman progenitores y suegros que, además, siempre están prestos para cualquier arreglo que requiera de maña.
Están los regalos 'a escote' de los invitados de boda. Los de los amigos de los contrayentes, que, aun siendo jugosos, no están exentos de esa picardía con ánimo puteador concretada en una combinación de números, escondida entre confeti, que da acceso a una suma de dinero encerrada en una inexpugnable caja de caudales. Menos mal que siempre quedará el consuelo de la vajilla, con juego de café incluido, con el que te obsequia la tía segunda de un primo del pueblo. Esa porcelana que tiene ornamento de montería en marrón, que nunca pasa de moda y pega muy bien con el estilo zen del apartamento.
Pero hay que poner tan buena cara como cuando un amigo te trae la figura de un dios maya con un cipote mastodóntico para que la pongas en la balda del salón. Un gorro de lana de alpaca multicolor para que te lo encasquetes en los gélidos inviernos vitorianos. La camiseta de I love N.Y que han adquirido en el duty free a última hora, antes de embarcar en el avión. ¿Y la figura de la pastorcilla de porcelana con cántara al hombro o el viejo mendigo sedente con cachaba y perro acartonado? Eso enaltece cualquier estantería. Hace falta carecer de sensibilidad artística para convertirla en objeto de quita y pon y que sólo hermosee tu hogar al liberarla del destierro del cajón en el que la recluiste cuando te visita quien te lo regaló.
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«Mejor te doy dinero y te compras lo que quieras», dirá el regalador que alardea de practicidad. ¿Y de qué depende la cantidad que das? ¿Del roce o del grado de consanguinidad? «Es que no he tenido tiempo y te he cogido lo primero que he visto», se excusará tu afanada amiga. Bueno, un paraguas nunca está de más.
Un paraguas no se regala, se lo compra cada uno. Y no se lo des envuelto en papel de periódico disfrazándolo de originalidad. Eso es una mierda. ¿Si vas a cenar a casa de un amigo hay que llevar algún detalle? ¿El postre? ¿Y si luego te encuentras con cuatro postres y has de catarlos todos por no hacer un feo? Bueno, pues obséquiale con una botella de vino caro para que la guarde en la bodega delante de tus narices y se la pimple él solo cualquier otro día, mientras esa velada os sopláis uno ordinario y acorchado.
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Invierte más tiempo que dinero y hallarás el regalo adecuado. ¡Toma aforismo de baratillo! Lo que viene a decir es que al fan del rock regálale unas entradas para el Azkena mejor que un disco, porque igual ya lo tiene. Indaga con sutileza, emplea la deducción, y si no, tira de libro o de esas cajas de escapadas de dos días que dejará caducar antes de usar. Ten cuidado con el abismo que se abre regalando una plancha y no lo fíes todo a tu agudeza olfativa porque no sabrás explicar a la dependienta qué perfume es el que buscas. Fragancias cítricas con notas de bergamota hay muchas.
Y que la suerte te acompañe.
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