Un aficionado estrangula a Manu García tras encarrilar el ascenso en Lasesarre.

Ascenso y arrebato

Nos ha tocado presidir una mesa electoral. «Pero que ese día os lo pagan, ¿eh?», nos dicen los conocidos. ¡Pues id vosotros!

los madrugadores

Lunes, 6 de junio 2016, 00:50

Porque el ascenso del Alavés nos ha llevado a elevadas cotas de entusiasmo, pero el arrebato, esa acometida repentina de un estado de ánimo, nos lo ha proporcionado la notificación de que el próximo 26-J estaremos presidiendo una de las mesas electorales. Ese derecho que goza el pueblo como parte de la denominada fiesta de la democracia, y que en realidad espanta, porque la fiesta ese domingo quieres disfrutarla a tu gusto y no detrás de una urna que recibe una lluvia más o menos copiosa de votos.

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«¿Por qué no oficiarán bodas los domingos?», pensará un agraciado vocal. «Cariño, ¿no podría el nene hacer la comunión otra vez ese día?», fantaseará con la posibilidad otro de los favorecidos. El nene tiene ya dieciocho años y estudia medicina muy lejos del hogar paterno. Pero nada se pierde por intentarlo.

Con qué premura te harán saber que integras una mesa electoral. Y, mucho antes de que seas conocedor de ello por vía administrativa, siempre habrá alguien al acecho que escudriñe las listas en busca de algún conocido y se adelante a comunicártelo antes de que te llegue la notificación formal. Lo hará con una mezcla de compasión y sorna. Con un matiz de bellaquería que subrepticiamente te recordará que, así como tú ese día pasarás varias horas certificando en el interior de un colegio o un centro cívico cómo los votantes ejercen su derecho, otros aspiran los aires de libertad con mayor albedrío.

Será entonces cuando creas que la desdicha solo tiene ojos para ti. Que para un sorteo en el que la fortuna te dedica una sonrisa, ésta tiene caries. Incides en la idea de que tienes el estigma del mal fario. Hay un nubarrón que te persigue, un dedo de uña negra que te señala; y para una vez que aspiras el aire primaveral, te llega viciado con el aroma de ese arbusto que huele a pies rancios después de la tormenta.

«Pero que ese día os lo pagan, ¿eh?», te recordará alguien que, además, añadirá que no le importaría ocupar tu lugar. ¡Joder, pues ve tú!

Formar parte de una mesa electoral es una de esas situaciones en las que deseas ser suplente más que titular. Aunque, como en las convocatorias deportivas, el suplente ha de hacer acto de presencia y siempre puede darse algún caso en el que las circunstancias fuercen la salida del sustituto al terreno de juego democrático.

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Qué decir del madrugador que quiere votar el primero aprovechando que baja a por el pan. ¿No quedará más pasmado cuando, sin previo aviso, le conviden a integrarse en el equipo titular de la mesa electoral debido a la incomparecencia de los convocados? Pues el reglamento lo dice bien claro. Es como si fueses a ver un partido de fútbol y te pusieran bajo palos a tratar de detener un penalti porque no hay nadie más. Quizá la próxima vez prefiera el pan menos crujiente del mediodía y depositar el sufragio en la urna a la hora del vermú para no sufrir imprevistos.

Paradójicamente, tendrás tiempo de sufrir el síndrome de la clase turista sin viajar. Horas interminables de desfile de ciudadanos entre los que hallarás a los despistados que buscan su urna, a los que se empeñan en el imposible de cerrar las cortinillas de la cabina por completo para no dejar que nadie vea qué papeleta introducen en el sobre del voto, y, cómo no, al vecino que no soportas y que vota en tu circunscripción. Puede que, para añadir algo de emoción, te topes con alguien que quiera votar con el carnet de la piscina. ¿Vas a hacerle ir a casa a por el DNI?

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Si aún sientes el impulso de experimentar la sensación que produce formar parte de una mesa electoral, tal vez acabes teniendo la suerte de los bienaventurados que repiten por enésima ocasión.

Y si lo que deseas es escaquearte y, más que probable, no hallas una razón que la férrea Junta Electoral vaya a aceptar, sigue las enseñanzas del taoísmo. Sí, esa cosa del yin y el yang que propugna que los contrarios se complementan. Los orientales saben mucho de apaciguar el arrebato colérico que, tal y como tienes la tensión, no te conviene. Mitígalo evocando la gloria de este gran Deportivo Alavés.

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