¿Sí, dígame?
¿Puede alguien explicar por qué los teleoperadores suenan siempre como si fuesen empotrados en un comando de mercenarios en plena batalla?
los madrugadores
Lunes, 23 de mayo 2016, 03:05
¿Sí, dígame?
No. Te has confundido. No, no es el 625 Nada, venga. Hasta luego.
Te ha pasado también a ti, ¿eh? Esa llamada a la que respondes en el móvil a pesar de no tener el número registrado en la libreta de contactos. Sospechas que al otro lado estará la inmejorable oferta de una compañía telefónica con pack televisivo incluido que ahora mismo no deseas. Acto seguido, conjeturas una comunicación oficial que arroje dividendos inesperados, y siempre bienvenidos, a tu cuenta bancaria. Respondes presintiendo que, de no hacerlo, podría esfumarse de tu vida la prosperidad.
Casi siempre es un señor de un ignoto pueblo manchego sin apenas cobertura al que le ha bailado un número y ha dado contigo. Frustración y desilusión a repartir proporcionalmente entre el señor manchego y tú. Contacto infructuoso. ¡Joder!
Al instante, el manchego se pregunta si no habrá marcado mal. Sí, seguro que sí. Tu teléfono suena y dudas, ¿coges y zanjas el entuerto o esperas a que se canse de llamar? Coges. Le acabas explicando que no eres Antonio, el hijo de Paco El Revirao, el que vivía a media legua de la fuente del Carajo de no sé qué. Nada, no pasa nada no se preocupe, perdonado.
Por curioso, y enervante, que parezca, a veces se produce una tercera llamada consecutiva. Cómo te muda entonces el talante al responder, ¿eh?
En otros casos, puedes optar por no contestar y consultar un localizador de números de teléfono en internet. Si los comentarios hablan de spam, tu espíritu se apacigua. Pero si no es así, sucumbes a la desazonadora incógnita y devuelves la llamada. ¡Maldita sea! Al otro lado, una operadora que indaga el grado de satisfacción del consumidor, un avezado telefonista con ofertas de lanzamiento irrechazables o ¡un señor de un ignoto pueblo manchego!
Sin embargo, si se trata de poner a prueba la robustez de tu sistema nervioso, llama a algún teleoperador para reivindicar la nitidez de la señal televisiva contratada, el reintegro monetario por el avión demorado o la desmesurada factura mensual del móvil. El teléfono de reclamación provoca más iracundia que un árbitro de fútbol.
La espera de media hora
Jamás escucharás más tonos de llamada y, cuando crees que alguien ha descolgado, tu educado saludo quedará entrecortado por las palabras de una máquina que te advierte de los minutos de espera que aún habrás de aguardar.
Ahora sí, alguien te escucha. Pero ese alguien necesita energía eléctrica para subsistir. Con una pachorra crispante la máquina enumera las opciones que puedes elegir y la última, siempre la última, es esa que dice: «si quiere hablar con un operador manténgase a la espera». ¡Mecagonlap! ¡Llevo esperando ya media hora!
Pero, si no te vence la desesperación, al final consigues que alguien con sangre en las venas te atienda. Bueno, lo de sangre en las venas es un decir. El contraste entre tu rabia y su sosiego es como los números de tu cuenta corriente y los de Messi.
Por otro lado, ¿puede alguien explicar por qué los teleoperadores suenan siempre como si fuesen empotrados en un comando de mercenarios en plena batalla? Total, cuando has sofocado tu hostilidad entre la maraña de explicaciones que mutuamente os dais, escuchas el fatídico: «le paso con otro departamento». ¡Le paso! Le paso se traduce en un rebrote de ira que consumirá tu salud. Y habrá más consumo, el de unos cuantos minutos más de espera telefónica en los que toqueteas superfluamente objetos, garabateas inconscientemente en un papel, estrujas cosas o deambulas repetidamente por la habitación de tu casa, gesticulando y resoplando la presión de tu enojo.
Quizá, descompuesto como estás, no es el mejor momento para recordar que el teléfono al que has llamado es de pago, y por el calor que desprende tu oreja te hubiese salido más económico llamar a una línea erótica.
Además, con la de grasa y bacterias que puede haber en una pantalla táctil, ¡lo mismo has contraído algún virus! Por no hablar de los que pueden afectar a tu móvil. Llegado el caso, siempre tendrás un teléfono de ayuda técnica o de reclamación. Tal vez no sea gratuito, pero, al menos, te resolverán el problema con rapidez ¿no?