Jóvenes potean y charlan en la calle Cuchillería, una de las afectadas por el ruido.

Cuando la diversión se convierte en un calvario para los vecinos

Residentes del Casco Viejo reclaman «más contundencia» contra los ruidos en la calle los días de fiesta, aunque ven «difícil» su solución

Daniel González

Domingo, 10 de abril 2016, 03:02

El estruendo de una persiana metálica cayendo con fuerza se ha convertido para buena parte de los vecinos del Casco Viejo en la señal que ... les indica que al fin pueden dormir. Lo que no tienen tan claro es a qué hora se producirá esto, ni si quienes se encuentren los locales cerrados van a optar por continuar la fiesta en la calle, a viva voz, sin darles la ansiada tregua. Quienes residen en la zona de Portal del Rey, calle Cuchillería, Los Arquillos o Zapatería sufren semana tras semana el «calvario» que arranca el jueves por la noche y dura hasta las primeras horas del domingo. «Son tres noches bastante duras, la gente está en la calle y no hablan precisamente bajo, sino a pleno grito a las puertas de los bares», denuncia una de las residentes de los portales próximos a La Cantina.

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No es sólo por la música que se filtra «hasta el tercer piso», sino también por las «peleas» que se producen. Y en plenas fiestas de Vitoria, «cuando sacan los altavoces a la calle, ya es escandaloso». Por ello, sus quejas al Ayuntamiento son constantes. «Pero no nos dan soluciones. Hay muchas denuncias, nos hemos reunido. Pero no sirve de nada», censura. Ante esto, su propuesta pasa por «aislar bien los locales y que la gente sea respetuosa. Pero es muy complicado, porque van a seguir en la calle, y oímos sus conversaciones hasta los de los pisos altos».

Intervención del Síndico

No en vano, la batalla para controlar el ruido en la zona de fiesta de la almendra medieval lleva años abierta sin que se logre llegar a una solución. El último intento para alcanzar un acuerdo viene de la mano del Síndico vitoriano, Martín Gartziandia, que ha juntado a residentes, hosteleros y Policía Local en una plataforma para establecer las pautas que permitan que la gente disfrute del ocio sin que los vecinos sufran las consecuencias. La primera acción ha sido pedir una red de sonómetros para medir el ruido nocturno de cada calle. Pero los afectados ven «corto» este esfuerzo.

«Hay una falta de sensibilidad por parte de algunos hosteleros que permiten todo, porque otros sí se comportan bien. Y no puedes descansar cuando tú quieres, sino cuando ellos echan la persiana», valora otro vecino de Portal del Rey. Sonríe al enumerar la lista de ordenanzas y leyes, pero «¿la administración las hace cumplir? Porque tenemos un montón. Pero el sector hostelero tiene mucho peso, y hay más que cierta tolerancia», reprocha, además de reclamar «más control y mano dura». No es el único que piensa así.

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En el lado opuesto se encuentran quienes salen de fiesta. Rubén García defiende el derecho al ocio y asegura que no es algo que se haga de forma deliberada. «¿Se tiran botellas contra los vecinos? No, nos juntamos con la cuadrilla a tomar un zurito y charlar. Pero claro, si estamos muchos apenas escuchas, y se acaba subiendo el nivel sin que te des cuenta», justifica. Algo que con las multitudes que se llegan a reunir se agrava. «Yo me asombro de la gente que hay en la Kutxi, y no sólo jóvenes. Pero es el ambiente de Vitoria, está arraigado en la cultura, y va a ser imposible cambiarlo. Y si se hace, eliminas todo el ambiente», agrega. «Porque en esos bares apenas entran 20 personas. Entras, coges el zurito y sales a la calle».

Cambio de casa para dormir

Pero en la Cuchillería la situación es tan grave que algunos propietarios han dejado sus casas. «Yo ya no vivo aquí, precisamente por el ruido. No conseguía dormir. Lo aguanté durante cuatro años y ahora la casa está vacía», admite uno de ellos con resignación. Entonces reformó el piso, pero ahora prefiere olvidar esa etapa. «No imaginaba que iba a haber tanto ruido», asegura, lamentando que quienes salen de fiesta «no piensan para nada en los vecinos» y exigiendo a los bares «que cumplan los horarios de cierre y mejoren la insonorización, porque ni siquiera tienen dobles puertas».

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Y en la Zapatería otro residente, que lleva allí 40 años, teme el ruido. «A mi edad, si te despiertas no coges otra vez el sueño». Y aunque está alejado de la zona de los bares principales, sí escucha los «gritos» de las cuadrillas. Hasta en Los Arquillos se sufren los estragos de la multitud, y no sólo por los bares de Mateo Moraza y la Cuesta de San Francisco. «También está el botellón que se hace aquí, y el ruido dura hasta las cuatro de la mañana. Perdemos media noche de sueño, y cuando a las seis vienen las máquinas de la limpieza nos vuelven a despertar», censura un afectado, que critica también el olor a orines y la suciedad que dejan.

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