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Pegatinas sobre los paneles informativos de horario de paso de ciclistas por las calles peatonales del centro de Vitoria
La pelotera del pelotón

La pelotera del pelotón

Crecen las protestas por el veto a los ciclistas en el centro de Vitoria, ahora en forma de pegatinas. La cuestión es si Maroto aguanta un chaparrón que ya esperaba o rectifica de aquí a las elecciones municipales

Iosu Cueto

Lunes, 5 de mayo 2014, 10:16

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Se veía venir. Cuando Javier Maroto llegó al sillón consistorial, marcó en su agenda el objetivo de ser el primer alcalde que regulaba de una vez por todas la espinosa convivencia entre el peatón y la bicicleta. Cuando tomó esta decisión, intuía cómo sería la labor de cocina. La ordenanza sería fruto de innumerables reuniones de todos los grupos con los portavoces de los ciclistas, acostumbrados desde hace años a sacar los colores al Ayuntamiento en materia de movilidad; el texto sería aprobado sin abordar el veto a las dos ruedas por las calles peatonales del centro, la parte más polémica; Maroto asumiría esa ingrata tarea, designando las calles y horarios prohibidos por decreto; y, por último, los bikers le atacarían sin piedad. El guión se ha cumplido escrupulosamente. Habrá que ver si el alcalde aguanta la presión teniendo en cuenta que queda un año para las elecciones municipales.

No por previsible, la polémica ha ido ganando enteros mientras algunos peatones paraban a Maroto por la calle para felicitarle y los ciclistas también, pero con intenciones bien distintas. Desde hace días, en el centro de Vitoria han aparecido pegatinas contra el primer edil del PP. Una de ellas, por ejemplo, clama contra el «Marotazo» y lamenta que la ordenanza del Ayuntamiento se haya hecho «contra los ciclistas». Quién lo diría, después de que a los concejales se les llenara la boca apostando por el ansiado «consenso».

El problema no reside tanto en la columna vertebral de la propia ordenanza que, por ejemplo, obliga a utilizar los bidegorris y prohíbe circular por aceras de menos de tres metros de anchura, sino en las restricciones aprobadas por decreto de Alcaldía. En virtud de esta rúbrica, el 11 de abril, después de más de dos meses de campaña informativa, los agentes de la Policía Local empezaron a sancionar con multas de 45 euros a aquellas personas que circularan en bicicleta por las calles peatonales del centro fuera del horario permitido. Esto es, de 11.00 a 13.00 y de 17.30 a 22.00 horas. Del 1 de noviembre al 30 de abril el veto termina a las 21.00. Estas limitaciones desaparecen si el ciclista tiene menos de 14 años.

En términos generales, durante esas horas los ciclistas tienen prohibido pasar por las plazas de España, Virgen Blanca, General Loma, Celedones de Oro (junto a Correos), Arca y La Provincia y las calles Lehendakari Agirre, Estatuto de Gernika, Postas (desde Paz hasta Prado), Independencia (desde Fueros a Correos), San Prudencio, Dato (desde la plaza de España hasta Manuel Iradier), Fueros (entre Ortiz de Zárate y General Álava), Diputación, Siervas de Jesús y Portal de Arriaga (entre Herrería y Cubo). Si lo hacen, deben bajarse de la bici y andar como un peatón más.

Las medidas buscan «mejorar la convivencia entre peatones, bicicleteros y automóviles. No se han tomado de la noche a la mañana. Es una decisión acordada por los grupos políticos en el foro de movilidad, excepto el decreto, que es una decisión que aunque tuvo su consenso, ahora ya no lo tiene», ha dicho Maroto tras la controversia generada. A su juicio, las bicis no caben «a ninguna hora» por aceras estrechas como las de Florida o Manuel Iradier. ¿Alternativas? Los bidegorris o las zonas 30. Y si no las hay, los que empuñan el manillar debe compartir la calzada con el resto de vehículos.

Herramienta flexible

El alcalde parece convencido de sus argumentos, aunque sabe que esta vez ha saltado con red. No es casualidad que haya resuelto esta cuestión por decreto. Esta herramienta es flexible y permite que, si los horarios no terminan de cuajar, el propio regidor los modifique de un día para otro o, incluso, los anule. Si estas restricciones se hubieran incluido en la ordenanza, es posible que no se hubiera conseguido la unanimidad del pleno y, lo más importante, cualquier cambio sobre la marcha hubiera exigido una tortuosa tramitación.

A Maroto no le gusta esta polémica. Dice que focalizarla en su decreto es «hacer grande lo pequeño». Pero estas son las consecuencias del debate que él mismo quiso afrontar. Sabía que no era fácil. Por algo han hecho falta cuatro alcaldes.

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