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ANÁLISIS

Emergencia social

IGNACIO MARCO-GARDOQUI

Martes, 2 de junio 2009, 04:55

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El Gobierno de Estados Unidos, el 'sancta sanctorum' del capitalismo mundial, decidió ayer nacionalizar la principal empresa de un sector tan tradicional y capital como es el automóvil. A la fuerza ahorcan y ya sabemos que cuando las urgencias aprietan, las ideologías se tambalean. El asunto es terrible. General Motors da (¿daba?) empleo directo a 320.000 personas y fabrica más de 20.000 coches al día; pero sus pasivos duplican sus activos y forman una horrible composición del balance. La operación emprendida se parece mucho a lo que por estos pagos y en el argot de los 'reconversores' de empresas se conoce como un 'volatín'. Los activos sanos se separan de los tóxicos y se aparcan en una empresa de nuevo cuño, en la que el Tesoro tendrá la mayoría tras inyectar 30.000 millones de dólares, a sumar a los 20.000 dados anteriormente. Sin duda alguna, General Motors ha superado la barrera que engloba a los problemas económicos para aterrizar en el saco que acoge a las cuestiones de emergencia social.

En Europa el problema se llama Opel y en España, Figueruelas. El Gobierno español ha prometido ayudas, condicionadas al mantenimiento del empleo. Da la impresión de que esa ecuación es irresoluble. En esta empresa y en su matriz sobra de todo: pasivos millonarios e instalaciones obsoletas; pero probablemente también algunas marcas y, con toda seguridad, miles de trabajadores. En Europa, al menos, las ayudas deberían estar coordinadas y enmarcadas dentro de un esquema consensuado en Bruselas. En caso contrario, lapidaremos de nuevo al maltrecho Derecho de la Competencia y correremos el riesgo de iniciar una loca carrera de subvenciones concedidas de manera inversamente proporcional a los esfuerzos solicitados. Y eso, al final, es difícil que cuadre.

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