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La luz del acero

La luz del acero

Blanca Muñoz vuelve a seducir al público de la galería Marlborough con 'Vaivén', su particular reto por dominar los metales más hostiles y aligerarlos

EDUARDO LAPORTE

Sábado, 22 de diciembre 2018, 01:00

El otoño es un tiempo plomizo que algunos artistas, como Blanca Muñoz (Madrid, 1963), han conseguido aligerar con su arte. Es más, puestos a quitar gravedad, el acero puede ser un estimulante contendiente para esta artista que se enfrenta a sus materiales en un taller de Vallecas. Para ello, juega con el color, en unas piezas que combinan el acero inoxidable con una suerte de celosías sinuosas que logran un singular efecto de liviandad. El origen lo encontramos en 'Tabú', una obra que presentó en la retrospectiva que tuvo lugar en la sala Alcalá, 31, y donde ya se atrevía con el color y las formas tan características, entre pesadas y leves, de sus últimos trabajos.

Muñoz gusta de jugar con las dimensiones y disfruta pasando del diseño de joyas a la magnificencia de obras como las de 'Vaivén'. Es el caso de 'Veleta', de más de dos metros y medio de altura que, vista desde cerca, produce una mezcla de sobrecogimiento y cercanía. Como si su autora manejara los contrastes del tao: la frialdad del acero mitigada con la calidad del color o la rotundidad del material matizada con la suavidad de sus formas. Incluso su condición mate se vuelve brillante gracias al trabajo de su escultora: «Lo bueno del acero es la transmisión lumínica. Coge todo lo que le rodea; si hay cielo azul, se adueña de esas tonalidades y las multiplica».

Porque Muñoz no concibe la escultura sólo como un arte de interior, como demuestran sus distintas obras en espacios públicos, como 'Géminis', en la Torre Cepsa, de Norman Foster, en Madrid, o 'Eclíptica', en el Palacio de Congresos de Madrid. Hubo un proyecto que se truncó, en Cudillero (Asturias), en una especie de península, o islote, donde no crece la hierba de tanta agua y viento que hay. «Era muy atractivo porque me limité a construir la estructura de acero, que se encaramaba a la roca, totalmente irregular, creando un efecto fantástico, orgánico, como un cangrejo que se aferra a la roca desesperadamente. De pronto, brillaba la luz del acero y se generaba un efecto impresionante», recuerda Muñoz no sin nostalgia.

Sentir el material

Para esta escultora, que pasa por un momento dulce, es la cuarta vez que su obra se pone a la venta en Marlborough Madrid, en una relación que se remonta a 2003. «Es un espacio ideal para mis obras... Si tuviera un jardín ya sería el colmo», comenta entre risas. Durante el pasado noviembre, sus obras se sometieron a esa despedida previa que es, para su creador, toda exposición. ¿Nostalgia de cuando se marchan? «No me da pena que se vayan, me da pena que vuelvan... Eso sí, de cada etapa intento quedarme al menos con una, para ir teniendo una representación de mi carrera. A la hora de las retrospectivas también ayuda tener tu propio almacén», reconoce Blanca Muñoz, que recientemente participó en 'Heavy Metal', una muestra colectiva en el National Museum of Women in the Arts de Washington.

No había 'metales pesados' en este 'Vaivén', al menos para la vista. Si bien la mayoría eran obras de acero con esa chapa perforada y coloreada, también se pudieron ver obras bañadas en resina lacada y tres piezas muy llamativas en mármol de Carrara. Se trata de tres piezas que podrían recordar a los homúnculos de José Luis Alexanco y que sorprenden por lo dúctil que puede resultar la piedra en manos de Blanca Muñoz. Bajo el título de 'Laocoonte', se trata de una serie de tres piezas que evocan al grupo escultórico helenístico griego descubierto en la Roma del Cinquecento, como contaba el recientemente fallecido Francisco Calvo Serraller en el texto que firma en el catálogo de la exposición. «En el caso de Blanca Muñoz, el vaivén del pliegue y el repliegue, donde el espacio queda tundido por las fuerzas gravitatorias que lo sostienen, es crucial, pero ha querido en su versión marmórea enfatizar su peso clásico, con lo que ha logrado hacer una pirueta más en su vocación de devolvernos la conciencia de la gravedad a ras de tierra, después de plantearse sus giros metálicos refulgentes», señala quien fuera director del Museo del Prado.

Son distintas idas y venidas sobre su trabajo de una escultora que no bascula en un punto: la manipulación directa con la materia. «Trabajo el 100% de mis obras personalmente. Me parece algo fundamental. Nunca sé a priori cómo voy a acabar una escultura, es algo que tiene que ver con tu momento, con cada etapa... es algo que no se puede delegar», sostiene con convicción Blanca Muñoz. Para trabajos de escala, que físicamente no se pueden acometer sin ayuda, la escultora madrileña sigue siempre la pauta original.

¿Respeto ante la contundencia de los materiales? «Ya lo he aceptado y lo cierto es que me gusta jugar con mis propios límites, ahí reside el atractivo».

Palabras para Blanca

El 18 de noviembre, justo una semana antes de que concluyera 'Vaivén', la exposición de Blanca Muñoz en Marlborough Madrid, falleció el crítico de arte Francisco Calvo Serraller, autor del texto del catálogo y cómplice con la obra de Muñoz. Director del Museo del Prado a principios de los noventa, fue autor de importantes obras de divulgación artística, como 'El espejo del tiempo', escrito al alimón con Juan Pablo Fusi y que supone un fantástico recorrido por Historia y Arte de manera inspiradamente confluyente.

En el texto que glosa el catálogo, Calvo Serraller dedica un sereno elogio a la obra de Blanca Muñoz, cuyo trabajo siguió de cerca en los últimos veinte años, «justo el periodo durante el cual se ha fraguado su madurez». Así, destacaba cómo su camino transitaba hacia una «progresiva interiorización», gracias a una «experiencia de observación». Como la propia artista ha declarado en medios, su obra cada vez se vuelve menos narrativa, como si lo que tuviera que contar se despegara del territorio de lo concreto, fundiéndose cada vez más con la naturaleza. Eso sí, desde su más «acusada singularidad». Porque, como apuntaba Calvo Serraller, el arte cifra su originalidad en permanente búsqueda del origen, pero lo subraya de una manera estilizada. Encontrando incluso la luz en el acero. Poco, más o menos, lo que se ha propuesto Blanca Muñoz en 'Vaivén'.

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