Bailes

Antes de que Arturo Valls se disfrazara de Shakira con un bañador y se metiera dentro de una jaula a cantar 'Loba', lo hicieron otros. No lo del bañador ni lo de la jaula. Nos referimos a famosos que se meten temporalmente a cantantes. En las Navidades de los años 90, en TVE se hizo muy popular aquel especial que llamaban 'Telepasión'. Los presentadores más serios (y alguno un poco menos, pero en general eran serios casi todos) cantaban y bailaban clásicos de Frank Sinatra o de Azúcar Moreno, según cuadrara. Salían Pedro Piqueras, Julia Otero, Constantino Romero, Joaquín Prat... Y los de casa lo entendíamos como un regalo que nos hacían por Navidad. Ninguno de ellos ganaba nada con exponerse de aquella manera, así que el atrevimiento se agradecía sinceramente porque parecía desinteresado.

Ahora canta todo el mundo, mal o peor, pero sin complejos. Y si no cantan, bailan, mal o peor también. TVE ha recuperado '¡Mira quién baila!', un programa que estaba bien donde estaba, o sea, en el cajón, bajo siete llaves. En esta segunda edición mala han fichado a famosetes del nivel de Corina o Maribel Gil que, sin ánimo de ofender, no interesan a nadie. Corina estaba bien en 'Un príncipe para Corina' y Maribel fue la sal y la pimienta de 'MasterChef'... pero hasta ahí. El programa está teniendo un discurrir discreto, que es una de las peores cosas que le pueden pasar a uno en la televisión, pero tampoco merece más.

Y lo mismo le está pasando al concurso 'A bailar' de Antena 3. Este es más entretenido porque las parejas de baile también lo son en la vida real y dejan a las cámaras grabar dentro de sus casas. Por cierto, menudos casoplones... Pues eso, pintaba bien, pero se ha desinflado y Antena 3 va a improvisar un cierre rápido antes de que se vaya hasta el público del plató. No funciona el programa de baile porque lo hemos visto ya mil veces, porque los famosos que han llevado no sorprenden (a alguno ni lo conocíamos) y porque ni siquiera bailan muy bien. Están tan trillados los concursos de bailes con famosos que solo funciona el exceso. Y eso ya lo ha hecho Arturo Valls.