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Miembros de las fuerzas de seguridad chinas prestan auxilio a una mujer herida en la estación de Kunming./ MARK RALSTON/ AFP
El fantasma del terrorismo separatista golpea a China
ATENTADO EN UNA ESTACIÓN DE TREN

El fantasma del terrorismo separatista golpea a China

El régimen de Pekín culpa a musulmanes uigures de la matanza de 33 civiles, acuchillados en una estación de tren por una docena de atacantes

ZIGOR ALDAMA

Lunes, 3 de marzo 2014, 08:22

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Sábado, 21 horas. La oficina de expedición de billetes de la estación de tren de Kunming, una de las más importantes de China, está a rebosar. Cientos de personas, sobre todo emigrantes rurales, hacen cola con sus bultos para comprar un billete. De repente, irrumpe en el edificio una docena de personas vestidas de negro y armadas con cuchillos de hasta medio metro de longitud. Sin mediar palabra, comienzan a apuñalar indiscriminadamente, «como locos», a quienes se interponen en su camino. «Vi a una persona frente a mí con un cuchillo y comencé a correr como el resto», recordaba ayer uno de los supervivientes, Yang Haifei. «Muchos tropezaron, cayeron al suelo, y luego fueron apuñalados», añadió otro testigo a la cadena de televisión CCTV.

La mayoría no pudo levantarse para huir. Las barreras metálicas diseñadas para evitar que los pasajeros se salten la cola también se convirtieron en una ratonera. En pocos minutos, en la sala sólo quedaban los cuerpos de las víctimas rodeadas de sangre. Fuera, la Policía abatió a tiros a cuatro de los atacantes, tres hombres y una mujer, consiguió apresar con vida a otra, y sigue buscando a los que consiguieron escapar. Según el último balance emitido por las autoridades ayer, el número de muertos en el ataque asciende a 33 y el de los heridos supera los 140. Muchos de ellos fueron trasladados a hospitales cuyas facturas, como denunciaron varios afectados en las redes sociales, no podrán pagar.

Mientras tanto, el Gobierno ya ha encontrado un culpable. Según las autoridades de la ciudad de Kunming, capital de la provincia suroccidental de Yunnan, el ataque es «un atentado terrorista premeditado y bien organizado por terroristas separatistas de Xinjiang». A falta de que algún grupo reivindique la masacre, los investigadores sustentan esta denuncia en «pruebas recogidas en el lugar del suceso», que parecen reducirse a una enseña independentista, a una camiseta de manga corta con eslóganes separatistas, y al hecho de que la masacre se haya producido en vísperas de las sesiones anuales de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y de la Asamblea Popular Nacional. Todavía se desconoce si la atacante arrestada ha realizado alguna confesión.

En cualquier caso, a pesar de que hay todavía muchas preguntas sin respuesta, la información publicada ya ha desatado entre la población china la ira contra la minoría uigur, que profesa el Islam, suma la mitad de los 22 millones de habitantes de la provincia noroccidental de Xinjiang, y sufre una represión sociocultural similar a la de los tibetanos. «Habría que buscar a todos los uigures de la ciudad y matarlos a cuchilladas», bramaba en un mensaje un usuario de Weibo.

«Un castigo severo»

La agencia de noticias oficial, Xinhua, incluso bautizó el ataque como 'el 11-S de China'. Más comedido, el presidente del país, Xi Jinping, ordenó una investigación a fondo y prometió «un castigo severo, acorde con la ley, para los violentos terroristas». El Ministerio de Seguridad Pública añadió en un comunicado que «a la Policía no le temblará la mano». No en vano, si se confirma la teoría oficial sería el atentado uigur más mortífero fuera de Xinjiang y la población exige mano dura.

De momento, lo que está claro es que el asalto aumentará la tensión en esa región, donde sólo el año pasado murió un centenar de personas en diferentes ataques y choques con la Policía, y la violencia es siempre latente. Incluso, el 'modus operandi' del sábado no es nuevo: en un suceso similar en 2012, 15 viandantes fueron apuñalados por un grupo de extremistas en el pueblo de Yecheng, en Xinjiang. Más reciente es el atentado perpetrado por tres miembros de una familia uigur que embistió con un vehículo a los turistas que esperaban bajo el retrato de Mao Zedong situado frente a la icónica plaza de Tiananmen. Afortunadamente, en un intento por calmar los ánimos, el afamado escritor Han Han, pidió ayer en Weibo que «no se generalice y que no se criminalicen religiones o etnias». No parece fácil que le vayan a hacer caso.

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