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El fuego y la palabra
CRÍTICA DE CINE

El fuego y la palabra

ANTON MERIKAETXEBARRIA

Sábado, 11 de enero 2014, 02:11

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Hubo un tiempo, no muy lejano, en que en la culta Europa se quemaban libros en público. Sucedió en la Alemania nazi, siniestra época que es precisamente en la que se enmarca 'La ladrona de libros', protagonizada por Liesel, una adolescente huérfana y analfabeta que, paso a paso, descubre en los libros la alegría de vivir. Se trata asimismo de una existencia marcada a sangre y fuego por un aterrador entorno político y social, que tuvo su culminación en mayo de 1933, cuando en la antigua plaza Opernplatz de Berlín ardieron 20.000 libros, incluidas obras de Einstein, Karl Marx, Heinrich y Thomas Mann, Stefan Zweig, Erich Kastner o Sigmund Freud.

Algo premonitorio, puesto que, como señaló en el siglo XIX el poeta Heinrich Heine, "si se queman libros, se acaba quemando a la gente". No puede ser más inquietante el punto de partida de una película como la presente, cuyo máximo responsable se afana por reivindicar el amor a los libros y el valor de la lectura, ya que no hay mejor nave que un libro para viajar lejos. La protagonista del filme pronto se aferra a cuanta novela llega a sus manos, en una suerte de 'tour de force' literario, capaz de interesar a espectadores de toda condición.

Por otra parte, 'La ladrona de libros' se dispersa en exceso a la hora de describir los avatares que rodean la vida de Liesel, en la que también interviene un joven judío que busca refugio en el hogar de los padres adoptivos de la protagonista. Este desviar el interés de la trama en varias direcciones perjudica de forma notoria la estructura del filme, que no obstante merece todo nuestro respeto. Realzado además por la matizada interpretación de la recién llegada Sophie Nélisse, con sus rasgos regulares y luminosos, y su rostro al estilo de Botticelli, propenso a la ensoñación. Esta gracia natural es ciertamente una ventaja, que ella completa con la melodía de su mirada.

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