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Un hombre camina por una playa gallega durante la marea negra del Prestige./ Reuters
Quien contamina ¿paga? La orfandad del medio ambiente
SENTENCIA DEL 'CASO PRESTIGE'

Quien contamina ¿paga? La orfandad del medio ambiente

El jucio por la marea negra del Prestige acaba sin culpables y levanta la polémica

M. SEGURA

Jueves, 14 de noviembre 2013, 07:56

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La sentencia omite el principio constitucional de 'quien contamina, paga' y refleja los resquicios del derecho internacional para evitar asumir responsabilidades. La intrincada red de normas permite a operadoras de buques como la del vetusto 'Prestige' (Universal Maritime) escabullirse sin problemas de sus obligaciones legales. Y pese a los muchos desastres que le han precedido, el derecho internacional aún es incapaz de trazar unas reglas de juego eficaces que terminen con la navegación de estos buques en condiciones lamentables y temerarias.

Después de diez años de instrucción penal por uno de los desastres medioambientales más graves en Europa, la sensación es de impunidad, sorpresa e indignación. En opinión del profesor de la Universidad del País Vasco y abogado experto en derecho ambiental, Xabier Ezeizabarrena, la sentencia da lugar a muchas lecturas. La primera, que el medio ambiente queda huérfano de tutela y, la segunda, el fracaso de la estrategia procesal del Gobierno en relación al capitán y al jefe de máquinas. Finalmente, sólo la aseguradora deberá desembolsar 22 millones de euros, frente a los casi 5.000 millones solicitados por la Fiscalía.

En cuanto a la madeja internacional de normativas, solo hay que recordar que el tribunal de A Coruña ha tenido que contactar con veinte países. En opinión del experto José Luis García Vara, responsable del programa marino de WWF, las compañías de transporte de hidrocarburos se mueven con facilidad entre estos entresijos, por lo que es necesario una gobernanza o «buen gobierno del mar».

El 50 % del mar no es propiedad de nadie, en consecuencia no está bajo la legislación de ningún país. La Convención del Mar de Ginebra es, además, muy laxa en cuanto al tráfico marítimo y alude de forma muy tangencial a la protección de los mares. En definitiva, las empresas que operan estos viejos mercantes no están margen de la ley, pero la regulación les permite burlarse o zafarse con facilidad.

Tanto el derecho europeo como el estadounidense han avanzado en las últimas décadas y se han adoptado nuevos elementos de seguridad en la navegación marítima, sin embargo hoy por hoy nadie es capaz de garantizar que un nuevo Prestige pueda ocurrir y sus responsables escaquearse.

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