Amor terminal

Ya pueden ir rompiendo sus quinielas, porque hoy se estrena la ganadora del premio a la peor película del año, que no es otra que 'Un pedacito de cielo', de Nicole Kassell. Babosa, melosa, horrorosa, un manual de autoayuda para parientes de enfermos con cáncer que dibuja un edén celestial en el que Whoopi Goldberg, disfrazada con toga y una rosa blanca en el pelo, despacha consejos sentimentales a una paciente terminal que despeja su fobia al compromiso con polvos esporádicos.

Imaginen los intestinos del guionista tratando de poner orden en la siguiente tormenta de ideas: "Todo comienza con una colonoscopia de urgencia. Un hospital en el que una siempre radiante Kate Hudson se enamora de un médico residente interpretado por actor hispano de nombre impronunciable. También aparece un perro muy gracioso. Una niña ocurrente. El típico vecino gay. Dos amigas que no saben cómo gestionar sus sentimientos. Padres divorciados. Mucha música enlatada. Sonrisas, lágrimas y kleenex. El de 'Juego de tronos'. Un enano". Bien, pues lo anterior es el mejor resumen de lo que pueden esperar de esta 'rom com' con la que Kate Hudson toca el fondo de lo que algún día fue una carrera prometedora, aunque me reservo un par de sorpresas desagradables, por si el ánimo les invita a autoflagelarse con un torrente de ñoñería insoportable.

Pero lo peor de todo no es que 'Un pedacito de cielo' amalgame sonrisas flojas, sensiblería y besos ortopédicos, sino la voluntad de Kassell de trascender lo que no es más que un cubo de basura autocombustible en un intento por dignificar la imagen deteriorada de sus estrellas. No es por hacer leña de árbol caído, pero una película que se permite el lujo de escenificar con tamaña bobería un momento 'Pretty Woman' con el dinero de la indemnización por despido de una enferma de cáncer merece la peor de las desgracias.