Un séquito para el Apocalipsis

Lo último en cine apocalíptico, una película que incorpora parte del código genético del subgénero de catástrofes fundado por George Seaton en los años 70 ('Aeropuerto'), aunque su formato expresivo tiende hacia una explotación de los temas mascados por la Nueva Comedia Americana en el seno de una parodia de títulos como 'Cloverfield'.

Una buena ración de cameos desmitificadores -con mención especial para el de Michael Cera- sirve de antesala al enésimo elogio a la inmadurez crónica (profesional y personal) en la que viven atrapados unos actores que interpretan la versión pública de sí mismos. Producto de la fusión de los talentos de Evan Goldberg y Seth Rogen (coguionistas de 'Superfumados'), 'Juerga hasta el fin' sirve como 'meeting point' de un clan familiar -el de los Apatow- que contrasta con el salvaje tono humorístico de Danny McBride (aka Kenny Powers), genial contrapunto al buenrollismo exacerbado de los protagonistas de 'Freaks and Geeks'. Previo análisis desde un falso punto de vista exterior, el del cómico Jay Baruchel, los niños mimados de la comedia americana recorren todas las fases de las grandes juergas fumetas en un viaje en el que caben desde la exaltación de la amistad hasta la feroz autocrítica, de ahí la importancia de una primera secuencia en la que Seth Rogen se dirige a la cámara para atravesar un marco más allá del cual se suspende la incredulidad que produce adentrarse en la intimidad de una fiesta poblada por celebrities.

Con menos fortuna que otras comedias incisivas con el narcisismo de Hollywood (véanse 'El séquito', de Doug Ellin, 'Extras', de Ricky Gervais, o 'Episodes', de David Crane y Jeffrey Klarik), 'Juerga hasta el fin' se regodea en las miserias de un microuniverso endogámico para producir una buena colección de gags que pese a su tacto agradable, saben a una fórmula muchas veces vista y oída.