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JOSÉ CARLOS CARABIAS
Martes, 2 de julio 2013, 14:13
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Clausurado el Gran Premio de Inglaterra, mientras los imponentes camiones de las escuderías de F1 desmontan los campamentos en ordenada procesión, no había otro tema de conversación en Silverstone que los neumáticos de Pirelli. El reguero de ruedas destrozadas, reventadas como globos, ha generado un cisma en la F1. Discordia cíclica que, como todas en este deporte, concluye cuando coinciden los intereses de varios, generalmente los más grandes.
«No me gusta poner en riesgo mi vida», dijo Hamilton, una de los afectados por las explosiones de caucho. «Fue inaceptable, totalmente inaceptable», manifestó otro damnificado, Felipe Massa. «Fue peligroso para los pilotos», adujo el mexicano de McLaren Sergio Pérez. Red Bull ha solicitado a la Federación Internacional (FIA) un ensayo de 1.000 kilómetros con los Pirelli, a imagen y semejanza del que realizó Mercedes después del Gran Premio de España. Atmósfera cargada en la F1 que ha escondido la otra realidad a la vista: las malas caras en Ferrari.
Alonso suele ser transparente en su lenguaje gestual. Y, como la mayoría de los pilotos, emite los mensajes verbales más auténticos cuando se baja del coche, en caliente. Terminada la carrera, el asturiano lucía un rictus agridulce, a mitad de camino entre la satisfacción por el tercer puesto y el pensamiento verdadero que ocupaba su mente. «No hemos sido rápidos en todo el fin de semana, ni el sábado ni el domingo», dejó avisado al personal.
Red Bull, un muro
El asturiano redujo quince puntos la distancia con Sebastian Vettel, aunque la lógica impone otra sentencia. El alemán era líder destacado cuando abandonó y Webber acabó segundo después de llegar desde atrás con mucha fuerza. Alonso vuelve a toparse con un muro conocido: Red Bull. «Ha habido otros domingos en los que hemos perdido puntos y éramos más optimistas», subrayó el español.
Los pilotos se guían por la química con el coche y el refrendo de las telemetrías. Sentimiento y matemáticas. Nadie en Ferrari salió convencido de que el tercer puesto de Alonso fuese un buen augurio. Al revés. Stefano Domenicali, CEO de Ferrari, añadió una inquietante sentencia al guiso: «Comparto el análisis de Fernando Alonso. Hemos empeorado el coche». Más claro, el agua.
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