El llamamiento de la Asociación Nacional del Rifle para poner guardias armados en las escuelas públicas de Estados Unidos como respuesta a la masacre de Newtown ha incendiado el debate nacional sobre la mejor manera de proteger a los niños en clase. Padres de alumnos de la Sandy Hook Elementary School, unidos por la necesidad de refutar la idea de la NRA de que «a un chico malo con armas solo lo detiene un chico bueno con armas», dijeron ayer al país que la solución no pasa por llevar más pistolas a los centros educativos. «El reto de los maestros es enseñar. No les coloquemos encima la losa de portar un arma ni convirtamos nuestros colegios en espacios vigilados como los bancos», aseguró el padre de uno de los críos que sobrevivió a la matanza.
Sin abrazar explícitamente el plan del poderoso lobby proarmas, responsables de varios distritos educativos a lo largo de EE UU admiten que están preparando medidas para reforzar las seguridad a la vuelta del receso navideño. Aunque la cuestión implica salvar algunos impedimentos jurídicos, ya existen modelos en marcha. Unos 7.500 niños de catorce escuelas en Pensilvania cuentan con protección armada desde el pasado lunes, después de que un juez diera el visto bueno a una petición de las autoridades para contratar a policías estatales retirados para labores de vigilancia.
Estados del sur y medio oeste, más favorables a la cultura de las armas, ya contaban con varios casos de escuelas vigiladas con hombres armados. La tragedia de Newtown ha desplazado ese interés a áreas del país con una legislación más estricta en esa materia. Distritos escolares en la liberal Nueva Jersey contarán con la presencia de agentes en enero.
Barack Obama, que ayer inició sus vacaciones familiares de Navidad en Hawai, deberá tener sobre la mesa a finales de enero el plan encargado al vicepresidente Biden para poner límites a la venta de ciertas armas. También busca implementar medidas que subsanen las graves carencias del sistema de salud mental. Muchos de esos «chicos malos» de los que habla el jefe ejecutivo de la NRA, Wayne LaPierre, sufren problemas de personalidad o enfermedades mentales que siempre se descubren cuando es demasiado tarde.