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El extraño viaje
CRÍTICA DE CINE

El extraño viaje

JOSU EGUREN

Domingo, 18 de noviembre 2012, 03:12

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Hablar mal del último largometraje de Leos Carax es una misión relativamente fácil; más cuando se escribe desde una butaca inserta en una platea repleta de espectadores zombificados que remite a la audiencia de 'Y el mundo marcha' (King Vidor, 1928). A ellos, a nosotros se dirige el verbo del director francés en 'Holy motors', una película pretenciosa, huidiza, grotesca y obsesivamente surrealista, el paradigma de un lenguaje no narrativo que cristaliza en una 'summa' arbitraria de imágenes estériles y pretenciosas.

En otras palabras -y discutiendo a Baudelaire-, una obra maestra del arte absoluto, el primer/último verso de una profecía que anticipa la muerte y resurrección de una disciplina artística decadente. Frivolizo cuando afirmo que apenas existen tres directores capaces de transportarnos a otra dimensión, los dos primeros son David Lynch y Rob Zombie, el tercero es Carax, autor de una obra que funciona como una cápsula del tiempo filmográfica en la que Chaplin, Godard o Bresson riman con la poesía de Verlaine y André Breton. He de confesarles que como crítico no estoy a la altura del filme, y que el ego me anima a ocultar la realidad socavando este espacio con teorías indagatorias, por eso prefiero narrarles mi experiencia como pasajero de una limusina que recorre las calles de París en un viaje alucinatorio que atraviesa los géneros para describir los estados emocionales del hombre.

Al volante del útero móvil de 'Holy Motors' nos encontramos con Edith Scob, el cordón umbilical que ata el extremo de un cuento de ciencia-ficción futurista con la filmografía del director de 'Los ojos sin rostro': una cita explícita a George Franjú epiloga esta catártica e inolvidable representación de lo real ejecutada por medio de un instrumento mutante y proteico tan preciso como Dennis Lavant. Se abre ante nosotros un paréntesis suspensivo y sin retorno. Ha llegado el momento de decidir si nos atrevemos a caminar como recién nacidos hacia la luz, o elegimos permanecer sumergidos en las tinieblas.

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