La abuela mantiene a toda la familia
Un 20% de los jubilados ofrece ayuda económica a sus descendientes en serias dificultades, según un estudio de Cruz Roja La crisis empuja a miles de pensionistas a apretarse el cinturón para dar comida o cobijo a sus hijos en paro
SHEILA LÓPEZ
Domingo, 1 de julio 2012, 11:17
La crisis aprieta. Y ahoga. El paro desbocado, la presión de la hipoteca, el encarecimiento de servicios básicos -la luz, el gas, el agua...- y el incesante goteo de gastos extras -ropa para los niños, los libros y el material escolar, el seguro del piso, la última avería del coche...- han puesto entre la espada y la pared a miles de familias, que se han visto obligadas a lo que nunca hubieran imaginado: pedir ayuda a sus mayores para sobrevivir. Es decir, echar mano de la pensión de los abuelos -1.024 euros al mes de media en Euskadi- para resistir el día a día.
El 20% de los mayores de 65 años presta ayuda a sus hijos. Un 10% les proporciona alimentos. Un 6,5% ha tenido que acoger a algún familiar en su casa. Así lo desvela el Observatorio de la Vulnerabilidad de Cruz Roja. Los datos corresponden a Cataluña -no existen sobre el País Vasco-, pero ofrecen una imagen que, con algunas peculiaridades regionales, es extensible en buena medida al conjunto de España.
Los pensionistas se han convertido en un dique de contención de la crisis, que ha paliado los efectos de una masiva destrucción de empleo y de un palpable empobrecimiento de amplias capas sociales. Siete de cada diez de ellos han visto disminuida su capacidad de ahorro por acudir en socorro de sus hijos y nietos ofreciéndoles un plato de comida, dinero para pagar la hipoteca o para llegar a final de mes, a costa de privarse ellos mismos de algún capricho o, en algunos casos, de apretarse al máximo el cinturón, apunta el mismo informe. Un porcentaje similar vive «angustiado» por la crisis, y por su futuro y el de los suyos.
Dos jubiladas vascas que se han visto obligadas a mantener a sus familiares más cercanos, en paro y sin ingresos suficientes para subsistir en el día a día, explican su situación.
María Teresa García
«Paso las tardes en el club del pensionista para gastar lo menos posible»
María Teresa García tiene 73 años. Su pensión no llega a los 900 euros mensuales, con los que vive ella y, desde que comenzó la crisis, también su hija y su yerno. Ambos están en paro y se han instalado en su casa al no poder hacer ya frente al alquiler que pagaban.
María Teresa les ofrece cobijo y también comida. No tiene nietos. «¡Y gracias a Dios que no los tengo!», exclama pese a que ser abuela es un sueño, o todo un placer, para la inmensa mayoría de las personas de su edad. «Con esta situación... da miedo pensarlo», explica al recordar las apreturas con las que vive en una modesta vivienda del barrio de San Ignacio, en Bilbao.
Su hija perdió el empleo hace cuatro años. Con lo que tenía ahorrado y el finiquito de la empresa, montó su propio negocio: una tienda de chuches. Pero las cosas no fueron del todo bien y tuvo que cerrar. Su yerno lleva cinco meses sin empleo. Los pequeños trabajos temporales que le han ido saliendo no le aportan la estabilidad económica necesaria. «Él tenía un trabajo fijo, era electricista. Estaba enseñando el oficio a unos cuantos y, de la noche a la mañana, ¡a casa!», cuenta María Teresa.
La pareja -ella, de 44 años; él, de 46- ha buscado trabajo hasta debajo de las piedras. Pero nada. Con 160.908 parados en Euskadi y la economía en plena recesión, el mercado laboral no les ofrece oportunidad alguna, como a tantas y tantas personas desesperadas y en su misma situación.
María Teresa pasa sus tardes en un club de pensionistas «para gastar lo menos posible y que el dinero llegue para todo». Ha tenido que cambiar sus hábitos para que sus ingresos se estiren y duren hasta fin de mes. No le importa que se conozca su situación. Al fin y al cabo, ofrecer un techo donde cobijarse y un plato de comida que llevarse a la boca «no es nada de lo que uno deba avergonzarse».
Josefina P.
«Nos tenemos que privar de muchas cosas para ayudar a nuestros hijos»
Josefina P., de 70 años, prefiere que no se conozcan sus apellidos «por no complicar más las cosas». Con su pensión de 1.200 euros y la de su marido 'mileurista' mantiene a toda su familia. «Dicen que los abuelos somos el colchón en tiempos de crisis, así que nosotros seríamos la colchoneta porque estamos tan desgastados que ya no damos a más», cuenta. Josefina tiene una hija, separada y con un pequeño de cuatro años, y un hijo que ya la hizo abuela hace seis y que en unos meses volverá a darle otro nieto. No saben con exactitud cuándo llegará el nuevo miembro de la familia, ya que su nuera padece cáncer de útero y desconocen cómo habrá podido influir en el feto la quimioterapia.
Los dos hijos de esta vecina de Bilbao están en paro y con una hipoteca a cuestas. No viven con ella, pero tanto Josefina como su marido son los que luchan día a día para sacar la familia adelante. «Para mí está siendo un verdadero drama. Nos hemos pasado toda la vida trabajando y ahora no tenemos nada, casi ni lo justo para salir adelante», explica la pensionista, que llega a fin de mes «haciendo muchos numeritos». «Nos tenemos que privar de muchas cosas para poder ayudar a nuestros hijos», confiesa. Su única preocupación: que los suyos salgan adelante.
Además de «colchoneta», esta abuela también ejerce de madre. Dada la complicada situación de su familia, sobre todo la de su hijo, se encarga a menudo de cuidar de sus nietos. «No solo necesitan dinero, les hace falta apoyo y alguien que cuide de los niños mientras ellos andan de médicos», dice.
Ante su complicada situación, Josefina se queja del trato «ventajoso» que, a su juicio, reciben los inmigrantes. «Me parece muy mal que se les ayude más a ellos que a las familias que, sin ser inmigrantes, nos encontramos en situaciones peores y más complicadas. Y no soy racista, ni mucho menos», subraya. «Lo que digo es una realidad. Yo no recibo ninguna ayuda y está claro que la necesito».