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Comuna Marigold
CRÍTICA DE CINE

Comuna Marigold

JOSU EGUREN

Domingo, 3 de junio 2012, 04:34

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Con 'Las nieves del Kilimanjaro' aún rampantes en la cima de la cartelera se estrena el segundo largometraje de Stéphane Robelin ('Real Movie', 2004), el contrapunto burgués a la fábula melancólica obrera de Robert Guédiguian en la Francia de Sarkozy, una comedia dramática protagonizada por un grupo de jubilados excombatientes del Mayo del 68 nostálgicos de una juventud plena de libertad y apetito por la vida sin ataduras. A la vejez, la vida en comuna, ése parece ser el lema de '¿Y si vivimos todos juntos?', la excusa para que Robelin administre una Comuna Marigold en la que duda al plantear una infinidad de temas delicados que nunca llegan a discutirse. Porque '¿Y si vivimos todos juntos?' es un proyecto de 'escaramuza revolucionaria' que se desinfla al más somero análisis, aunque gustará por la listeza con la que Robelin peina de canas los conflictos propios de las comedias juveniles escenificadas en pisos compartidos.

Moldeada a la medida del público pensionista, que -suponemos- celebra el destierro de los tabúes que pesaban sobre temas como el sexo en la tercera edad, el Alzheimer y los trastornos seniles, '¿Y si vivimos todos juntos?' invoca la figura de un notario (estudiante de etnología) extrañado, y conmovido, por las postreras aventuras vitales de una generación que creyó en la posibilidad de desenterrar las playas sepultadas por los adoquines. La nostalgia pesa sobre una historia que vuela cuando el metrónomo lo aceleran Jane Fonda y Geraldine Chaplin, sabedor como es Robelin de que cualquier pausa pronunciada en el camino desnudará las vergüenzas de una película filmada con una media sonrisa.

Asumiendo que la obra de Stephan Robelin es una comedia Erasmus para jubilados con conciencias solubles, resulta mucho más fácil pasar por alto sus trucos narrativos, y especialmente una última escena que no resiste ningún juicio crítico.

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