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Martes, 10 de abril 2012, 15:36
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Suena a tópico pero en el caso de Iñigo Cabacas es verdad. «Era un chico genial, que no se metía en problemas y que se machacaba con el deporte. Un buen tío», aseguran sus allegados. A punto de cumplir los 29 años (el 2 de mayo), vivió buena parte de su juventud en Basauri, de donde es su familia. Estudió en la Cooperativa Basauri y jugó al fútbol en El Kalero, el equipo del barrio donde compartió vestuario con muchos de los amigos que ayer lloraban su pérdida. Era hincha del Athletic y el pasado jueves había ido a San Mamés con el carné de un cliente del bar Biltoki que regentan sus padres en Pozas, a escasos metros de donde fue agredido. Precisamente cuando cogieron el negocio, la familia -era hijo único- se trasladó a vivir a Bilbao, aunque Iñigo mantuvo su cuadrilla de siempre, ésa con la que compartió los últimos instantes de su vida. Además del fútbol, le encantaba el surf y disfrutaba de las olas en Bakio y Laredo. Era un deportista. «Un tío sano, algo nervioso, pero bueno».
Había estudiado Relaciones Laborales en la universidad y con su diplomatura bajo el brazo había comenzado a trabajar en una entidad bancaria de la Gran Vía de Bilbao. «No tenía contrato fijo pero estaba contento». Toda una vida por delante que ayer se truncó para siempre.
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