La pasión germana

Incluso asumiendo que la acaramelada fábula migratoria contenida en 'Almanya: Bienvenido a Alemania' es producto de una serie de renuncias, imposiciones y sugerencias interesadas al oído de su directora, es difícil digerir esta edulcorada mirada al pasado de una familia de inmigrantes turco-alemanes, no tanto porque dulcifique sin remisión cuarenta y cinco años de la Historia reciente del pueblo turco, sino porque borra escrupulosamente las huellas de su desmemoria con el único propósito de gustar al público a cualquier precio.

El proceso de integración de los inmigrantes en Alemania fue idílico, al menos así lo afirman Nesrin y Yasemin Samdereli (en su ópera prima), hasta el extremo de que todos los puntos de fricción entre ambas culturas se concentran en una escena que enlaza un gag culinario con un chiste capilar. En esa escena se resumen las modestas intenciones de 'Almanya', una película diseñada para no lastimar a los generosos anfitriones de una familia con el potencial cómico suficiente para no desentonar en las viñetas de Manuel Vázquez (nostalgia de las familias Churumbel y Gambérrrez, claro): lamentablemente, los planes de Yasemin Samdereli son otros y, aunque en principio no tuviese intención de reducir el magma dramático a un escenario tardo costumbrista, lo que resulta de su operación estética es el retrato acartonado de una realidad imaginada por unos pocos privilegiados inmunes a la saudade otomana.

Empachada de teatralidad y jeunetismo por los cuatro costados, 'Almanya: Bienvenido a Alemania' no oculta sus aspiraciones de ser referenciada como heredera legítima de 'Amélie', de la que la alejan, entre otras muchas cosas, su incapacidad para componer ningún personaje memorable. Imaginen el cuadro si les adelanto, y no descubro nada, que el final feliz de Hüseyin y familia es un discurso ante la nación amadrinado por Angela Merkel. Cine de Barrio, que diría un landista.