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Espías a la fuerza
CRÍTICA DE CINE

Espías a la fuerza

ANTÓN MERIKAETXEBARRIA

Jueves, 15 de marzo 2012, 02:59

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Dos agentes de la CIA colados de la misma chica son los protagonistas de esta descafeinada comedieta sobre la guerra de sexos, en la que se insertan asimismo ribetes del cine de espionaje, con ridículos resultados. McG (pseudónimo de Joseph McGinty Nichol), populachero responsable que fue de la versión para la gran pantalla de la teleserie 'Los ángeles de Charlie', es el encargado de rendir creíbles las destrozonas peripecias del trío protagonista, al que da vida un terceto de intérpretes resultones, pero carentes del más mínimo sentido del ridículo. Porque, dígámoslo alto y claro, 'Esto es la guerra' es un increíblemente pretencioso y fallido enredo, a mitad de camino entre la bufonada y la más ramplona caricatura.

El director juega a la vez al cine de acción y a rendir homenaje a la tira de películas de éxito taquillero y pierde de forma sistemática todos los envites. Para más 'inri', una intriga policial más bien tediosa, aderezada con las inevitables gotitas 'sexys' a cargo de la almibarada Reese Witherspoon, es la dudosa base con que cuenta esta cinta tan poco distinguida. Y como sea que ni siquiera la factura técnica se diferencia demasiado de cualquier telefilme del montón, se comprenderá que los alicientes resultan escasos, por no decir nulos.

Persecuciones, tiros, explosiones, malabarismos de todo tipo y diálogos para besugos, según se puede esperar de semejante 'troupe', servidos por su máximo responsable con toda la chirriante parafernalia digital propia del caso, sin elevar ni un ápice el plano esquematismo de un guión que parece comprado en el hipermercado. Antaño, la poderosa industria del cine de Hollywood hubiera hecho un producto bien manufacturado, con villanos en tres dimensiones (a poder ser capitaneados por James Mason), ironía a raudales y un tonificante espíritu aventurero. Sin embargo, en estos tiempos de estulticia y corrupción se cubre el expediente con rutina y formulismo, de lo que conviene huir como de la peste.

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