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RICARDO DÍEZ
Domingo, 15 de enero 2012, 03:20
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Ya ha pasado un año desde la implantación de la polémica ley antitabaco que prohibe fumar en los establecimientos de hostelería. Un año en el que se ha visto como los exteriores de los bares estaban más concurridos que nunca, incluso en muchas ocasiones, se reunía más gente fuera que dentro de los establecimientos. Y es que a todo aquel que ha querido fumar estando en el interior de un bar o un restaurante, no le ha quedado otro remedio que salir al exterior para disfrutar de su cigarrillo.
Una ley que desde el principio se empezó respetando, sobre todo en horario diurno. «Durante el día todo el mundo respeta la ley antitabaco, a nadie se le ocurre ya encender un cigarrillo en un bar en horario diurno», señala Oscar Treviño, del Bar Koskor.
Los principales problemas han surgido durante el ocio nocturno de los viernes y los sábados por la noche. Es entonces, cuando algunos fumadores encienden sus cigarros dentro de los bares en vez de salir al exterior. «Mucha gente ha dado por hecho que a partir de cierta hora, la 1 o las 2 de la noche, se puede fumar en los bares, y eso no sé de donde se lo han sacado, porque los establecimientos tenemos bien puestos los carteles que indican la prohibición de fumar en el interior durante todo el horario de apertura al público», explica Juan Luis Saiz, del bar Sokoa.
En este sentido, los responsables de los bares con gran afluencia de público durante las noches de ocio del fin de semana se muestran impotentes para erradicar al cien por cien el humo de sus establecimientos. «Es una cuestión de educación de cada individuo. Los que fuman ya saben que está prohibido y ya saben que hay gente a la que le molesta. Pero no respetan y no les importa. Nosotros en el bar, a los que vemos fumando les decimos que apaguen el cigarrillo y les recordamos que no se puede fumar, sea la hora que sea», señala Saiz. «Lo que ocurre es que el bar es grande, y mucha gente se pone en las zonas más alejadas de la barra y se encienden sus cigarrillos. A veces nos damos una vuelta por el local y pedimos a los que están fumando que salgan fuera o que lo apaguen, pero con quien no respeta, no hay manera, ya que cuando te das media vuelta lo vuelve a encender».
Lo mismo ocurre en uno de los locales más concurridos durante el ocio nocturno de los sábados a la noche, como es la discoteca Punto y Aparte. Su responsable, Xabi Sarasqueta, señala que «hacemos todo lo posible para que se cumpla la ley». «Tenemos personal de seguridad que está toda la noche dando vueltas por la discoteca diciendo a todo aquel que está fumando que apague su cigarro, incluso a veces lo recordamos por los altavoces, y por supuesto, tenemos los carteles colocados. Yo creo que más no podemos hacer», añade.
Algunos conflictos
La negación de algunos fumadores a reprimir su adicción dentro de los bares ha traído algunos conflictos desde la implantación de la ley antitabaco. «Se producen conflictos entre los responsables del establecimiento y sus clientes, y entre los propios clientes», señala Oscar Treviño. «Ya se han dado casos de personas que nos han hecho saber que se está fumando en el bar y que les molesta. En ese caso, lo que hacemos es dirigirnos a la persona que está fumando y decirle que apague el cigarro y pedir disculpas al que se ha quejado».
Todos los hosteleros coinciden en que muchos fumadores aún se resisten a aceptar la nueva ley. «Todavía hay quién piensa que depende de la 'manga ancha' del responsable del bar, cuando en realidad es una ley que se nos ha impuesto», señala Marga Suárez, del bar Aterpe. «Hay muchos fumadores que todavía hoy en día te preguntan si pueden fumar, como si eso dependiera de ti. Saben que es una ley impuesta por el gobierno pero cuando les dices que no se puede fumar en el establecimiento, te miran o te responden como si el hostelero tuviera la culpa. Tienen que concienciarse de que no se puede fumar en los bares y dejar de presionar al hostelero para que con el tiempo se vea como algo anormal fumar dentro de los establecimientos».
De cara al futuro, los hosteleros confían en que cada vez se vea con peores ojos a aquellos que tienen la osadía de encender un cigarrillo en los bares. «La gente se acostumbra rápido, y creo que con el tiempo a nadie se le ocurrirá fumar, ni siquiera un sábado por la noche. Pero hace falta tiempo», señala Oscar Treviño.
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