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Indignación sin gas
CRÍTICA DE CINE

Indignación sin gas

JOSU EGUREN

Sábado, 14 de enero 2012, 02:53

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No me andaré por la ramas: ni me ha interesado 'La chispa de la vida', ni creo que un guión de encargo sea la mejor espita para liberar la presión de un director que, en ausencia de un universo propio, ha sabido recrear una particular almoneda en la que se amontonan desde los secreteres de estilo isabelino hasta las colecciones de payasos de porcelana desvencijados.

Que el guión lo firme Randy Feldman sirve para explicar por qué donde algunos espectadores ven las huellas impresas de 'El gran carnaval' de Billy Wilder, el director manifieste su admiración por Narciso Ibáñez Serrador y Antonio Mercero, aunque hay detalles concretos de la filmografía de Álex de la Iglesia que vuelven a estar presentes, como la escena en la que el bilbaíno resuelve su obsesión por la acrofobia hitchcockiana por medio de una micro elipsis en la que José Mota se desliza por las caderas de la Victoria de Samotracia emulando al protagonista de 'Sabotage'. Se trata de la escena clave -porque la que epiloga todo el discurso de la película revisita los clímax operísticos de Sergio Leone en tono famélico-, no tanto por su significación concreta -que la tiene, y mucha- sino por el riesgo que toman director y guionista al confinar la acción en un marco espacio-temporal cerrado.

La iteración de situaciones, el paroxismo cómico o la obviedad de la soflama pro 15M concentran toda la presión del drama íntimo en un solo punto, la actuación de José Mota, tan equilibrado en su rigidez actoral que me asalta la duda de si toda la película no responde a la secreta intención de auparle a la categoría de 'actor serio'. Si acierto, acierta Álex de la Iglesia, que rodea a Mota de un reparto donde -Josto Maffeo al margen- los más berlanguianos brillan en su desmesura (Juanjo Puigcorbé y Juan Luis Galiardo) y quedan fuera de juego aquellos que pretenden aportar matices a unos personajes escritos en un solo trazo. No muerde.

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