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Sábado, 31 de diciembre 2011, 03:28
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La vida de José Manuel Martínez transcurre entre las paredes de la Universidad de Tokio. Entre claustros y estudiantes de gran proyección, este vizcaíno come y cena. «Mi trabajo es mi ocio», reconoce. Otros nipones, en cambio, menos contentos con su puesto de trabajo, se pasan las horas entre ruidos y máquinas similares a las tragaperras. «El ocio en Japón casi no existe. No pasean sin más, siempre hacen las cosas con un propósito». Sacan tiempo para fundir la tarjeta de crédito porque son consumidores, pero exigentes. «Pueden comprarse un bolso de Louis Vuitton y, después, irse a un supermercado donde están los productos más baratos. Los artículos de lujo les gustan, pero son ahorradores. En las tiendas se negocian los precios porque si el cliente dice que lo ha visto más barato en la competencia o en Internet, se baja el coste. ¡Son duros de pelar a la hora de comprar!». En tecnología van un paso por delante de Europa y él ya anda por casa con su primer televisor inalámbrico. Pero poco a poco los nipones se van occidentalizando. Apenas existen los tatamis en las casas, y el pan ya forma parte de su gastronomía. «Han abierto muchas panaderías donde puedes encontrar cuarenta tipos de panes de todas las formas y sabores. Todo lo hacen muy elaborado y tienen más capacidad para el detalle».
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