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«Las mejores esculturas» de España pasean por las calles de Bilbao
arte a pie de calle

«Las mejores esculturas» de España pasean por las calles de Bilbao

La ciudad empezó a comienzos del siglo XX a dar forma a un museo al aire libre que reúne un centenar de piezas de diversos estilos

MARIÑE RODRÍGUEZ

Lunes, 14 de noviembre 2011, 11:27

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Quietas y en silencio, observan el ir y venir de los ciudadanos y salpican de arte su día a día. Sorprenden a los turistas desde múltiples rincones de la villa y están al alcance de cualquiera, sin precios ni horarios que limiten su difusión. Estratégicamente diseminadas a ambas orillas del Nervión, las más de cien esculturas que modelan la imagen de Bilbao constituyen uno de sus mejores museos y convierten a la ciudad en un referente en su género.

Corría el año 1890 cuando el valenciano Mariano Benlliure dio forma a Don Diego López de Haro, la primera estatua pública con que contó la villa. Desde entonces, toneladas de mármol, bronce y acero corten han esculpido la historia de la ciudad en los más diversos estilos, hasta crear uno de los parques escultóricos más prestigiosos de España. Los ciudadanos tienen el privilegio de poder admirar una instalación de Rückriem mientras pasean a orillas de la ría, o descubrir 'La Exorcista' de Manolo Valdés mientras cruzan el puente de Cantalojas. Pero el proceso de creación de este mapa repleto de obras de arte no es fruto de un día, sino de una planificación de muchas décadas. El Ayuntamiento, Bilbao Ría 2000 -artífice de la transformación urbanística del paseo de Abandoibarra- y el Guggenheim han dedicado tiempo y mimo a escoger, acondicionar y mantener las instalaciones que hacen de Bilbao una ciudad monumental.

Cuando se plantea la posibilidad de adornar la ciudad con una nueva escultura, el Consistorio forma un comité de expertos que marcará las pautas del proceso de selección. «Una instalación nunca se escoge de manera arbitraria, sino que se sigue un protocolo basado en criterios artísticos», revela una de las técnicos municipales. Las propuestas, que varían en función del caché, la disponibilidad y las características del autor, se analizan una a una. Para ello, el Ayuntamiento encarga infografías para visualizar cómo encajarían los diferentes proyectos en una determinada ubicación y estudiar su viabilidad.

Adaptarse al medio

Una vez que la comisión se decanta por una candidata, empieza la toma de contacto con el artista. «Se discute todo: el precio, el tipo de monumento, los materiales...», enumeran fuentes municipales. Cada miembro del jurado pondrá entonces sobre la mesa sus razones y argumentos, pero hay un criterio que siempre prevalece sobre el resto: la excelencia de la obra. «No se trata de poner por poner una estatua; el prestigio y el valor de la obra y del artista son esenciales», matizan desde la Administración local. La sociedad Bilbao Ría 2000, a su vez, pone en marcha comités específicos para seleccionar las piezas. Así ocurrió, por ejemplo, en su remodelado paseo de Abandoibarra y en algunos otros enclaves de la villa.

No cabe duda de que, durante las últimas décadas, todo lo que se ha 'plantado' en suelo bilbaíno cumple con las exigencias del guión. William Tucker, Eduardo Chillida, Sir Anthony Caro, Jorge Oteiza, Manolo Valdés... «Todos los artistas de renombre internacional han dejado su huella en la villa en un momento u otro», se enorgullecen desde el Ayuntamiento. Es precisamente este rigor profesional a la hora de seleccionar los trabajos lo que ha conferido a la capital vizcaína la categoría escultórica de la que presume hoy en día. «Las calles de la ciudad atesoran un patrimonio artístico excepcional gracias a la importancia que se ha otorgado a la calidad por encima de todo lo demás», confirman técnicos municipales.

Además de las cualidades intrínsecas de cada proyecto, desde el comité se valora especialmente la interacción de la obra de arte con su entorno. «Es fundamental que encaje en el medio y que tenga un sentido más alla de su forma», detallan desde el Consistorio. Así, para que el encargo funcione, debe adaptarse a la villa y enriquecerla. Todo, desde los materiales hasta el propio esbozo de la creación, tiene que estar en perfecta armonía. «El clima bilbaíno exige a los autores pensar en monumentos realizados en mármol, bronce o acero corten, que aguanten las inclemencias del tiempo -concretan los expertos- así como ser conscientes del importantísimo pasado industrial, noble y naviero de la ciudad».

El vínculo que se establece entre la escultura y el público depende de más variables. «Piezas exquisitas como estas siempre son bien recibidas, aunque hay algunas que calan más que otras», aseguran fuentes municipales. Algunas de las más antiguas, como la estatua de Don Diego López de Haro o el Sagrado Corazón, que fue levantado por suscripción popular en 1927, son auténticos emblemas de la villa desde principios del siglo XX. Varias generaciones de bilbaínos también han crecido bajo la desafiante mirada de 'El Tigre', de Joaquín Lucarini, que vigila la ciudad desde lo alto de una antigua fábrica de correas de Botica Vieja.

Otras obras, en cambio, llegaron como exposiciones temporales y su éxito entre los ciudadanos consiguió retenerlas en la ciudad para siempre. Es el caso de 'Puppy', de Jeff Koons. El perrito que muda su piel floreada según la estación del año aterrizó en la capital vizcaína con motivo de la apertura del Guggenheim y el museo decidió adquirirla tras comprobar el apego de los ciudadanos a la escultura. Las 'Meninas' de Manolo Valdés, 17 instalaciones que adornaron la calle Ercilla en 2008, consiguieron 'enganchar' al público y el Ayuntamiento negoció con el autor la compra de tres de las figuras que ya forman parte del 'botxo'.

Grafitis «a menudo»

Siempre a la intemperie, las esculturas requieren un proceso de mantenimiento especial. El Ayuntamiento es el encargado de conservar en buen estado todas las piezas ubicadas en la ciudad a excepción de las esculturas que pertenecen al museo Guggenheim, que cuenta con un departamento específico para cuidar de sus obras expuestas al aire libre.

Antes de actuar, se examina la instalación y se pone al artista al corriente de lo ocurrido. Si la restauración es sencilla, la acomete una brigada del Ayuntamiento. Si la anomalía exige una reparación compleja, se contrata a una empresa especializada. Siempre que se ejecuta una limpieza o arreglo, se aprovecha el momento para acondicionar el resto de la obra.

Aunque el estado de conservación de los monumentos es muy bueno, los actos de vandalismo también afectan a las esculturas. «Nos encontramos con grafitis a menudo», lamentan desde el Ayuntamiento. «Es una pena que haya algunos ciudadanos que no sepan apreciar las auténticas joyas que tienen ahí fuera».

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