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Domingo, 31 de julio 2011, 04:14
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El Cairo ha sorprendido gratamente a Óscar Fernández de Abajo, pero aún hay normas impuestas por la religión que le chirrían. «Me choca ver el gran porcentaje de mujeres con velo, total o parcial, que el trabajo se paralice en las horas de la oración y que muchas mujeres eviten el contacto con nosotros, como el simple gesto de darnos la mano», explica. Se ha acostumbrado y dice que como extranjero se vive bien en la capital egipcia. «Nos podemos permitir cenar muchas veces fuera, tomar clases particulares de árabe en grupos muy reducidos y viajar por todo el país a menudo. Un fin de semana completo con transporte, hotel y un barco para hacer snorkel te puede salir por 40 o 50 euros». «Pero esto no es como vivir en Miami», apostilla. «Nos costó acostumbrarnos a la suciedad, a que todo parezca viejo, al ruido, al caos circulatorio y tener que cruzar la calle lanzándote al tráfico. Las aceras «están todas levantadas y los bordillos y los badenes son altísimos. Aquí todos paseamos por la carretera, ya que las aceras parecen ser ese lugar donde acumular desperdicios».
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