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PAN PARA HOY

SGAE

ÓSCAR TEROL

Miércoles, 6 de julio 2011, 04:44

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Voy a aprovecharme de la coyuntura y utilizaré el reclamo de las siglas cuestionadas para atraer la mirada lectora del morboso ocasional; por cierto, sea bienvenido a este espacio. A los de siempre, gratitud y admiración por la fidelidad en un tiempo en el que el cambio de compañía, sea telefónica o conyugal, es la tónica dominante. Y ya que lo anuncio, no eludiré mi responsabilidad con el interés por mi suscitado. En ese ejercicio de empatía a granel que de vez en cuando hago, hoy me he metido en la piel de un miembro de la SGAE. Concretamente, en el pellejo de ese empleado, seguramente a poco sueldo y con el incentivo de la comisión, que tiene que patearse las calles y los centros comerciales para recaudar los peajes que el mundo de la creación reclama por ser actividad que no se puede ajustar a medidas lógicas o contrastables. Labor ingrata de por sí, tanto para el que pide como para el que dona, encomendada a una fe que no se la acaba de creer. Hay que reconocer que, sin entrar en si es o no es justo el impuesto creativo, es de difícil digestión para el pueblo. Entre otras cosas, porque en este país todos nos creemos artistas, o por lo menos con un talento especial, aunque esté sin pulir. Y claro, que tengamos que pagar las ocurrencias y los canturreos de unos pocos, no nos cuadra. Me imagino la escena como si formara parte de una película del oeste, un western. El chico, vestido para la ocasión con una americana de entretiempo para dar credibilidad, y portando un maletín de cuero marrón, entra en el bar de Manolo. Allí le espera Manolo, seis moscas en vuelo circular, y su coro de clientes mañaneros que le sirven de contrapunto para los debates que la actualidad ofrece. Nada más traspasar el umbral de la puerta, nuestro héroe sabe que ha sido reconocido por los cinco reojos; empieza a sudar. Se aproxima a la barra, donde le saluda la cara de Tedy Bautista desde la portada de un diario; traga saliva. «¿Qué quieres chaval?», le pregunta Manolo con el tono del que conoce la respuesta. «Nada, ya me iba». Pasen buen día.

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