«A mí todo me hace mucha gracia»

Luis Piedrahita resulta uno de esos extraños famosos que cuando se bajan del escenario siguen siendo la misma persona. Aunque se haya dado a conocer con la magia y los chistes, en él no hay trampa ni cartón. El flequillo largo y las gafas negras de pasta son algo más que una seña de identidad. El primero le vale para dar salida al tic nervioso de peinarse mientras piensa. Las segundas son para ver. «Cuando perdí las séptimas gafas sólo tenía dinero para los cristales, así que cogí las de mi padre», explica. Mientras charla sus manos se mueven de una forma distinta a las de la gente normal. Los dedos giran y se retuercen con rapidez, como si se estuvieran entrenando para hacer desaparecer una moneda o sacar el as de picas. Presentó el viernes en Barakaldo una gala de entrega de premios para empresas innovadoras.

-34 años y ya se le conoce como mago, humorista, cineasta y escritor. ¿Qué le falta por hacer?

-Creo que lo único que me queda es operar el apéndice de un ser humano. Si alguien se ofrece...

-¿En qué faceta se siente más cómodo?

-Comodidad es una palabra que no se sabe si es buena o mala. Puede ser como acomodado, que está uno en chandal y rascándose la barriga, o más a gusto. Todo lo que hago me encanta, entonces me siento a gusto con ello, pero no cómodo. Hacer una película es todo menos cómodo. Es muy difícil, muy duro&hellip como orinar chinchetas. Tampoco escribir monólogos ni hacer magia es cómodo, pero me encanta porque he encontrado el soporte adecuado para cada una de las historias que me apetece contar.

-Ahora trabaja en un libro de magia con monedas sólo para magos.

-Es curioso, porque la gente pregunta: ¿los magos os reveláis los trucos unos a otros? Pues sí, lo que pasa es que de un modo un poco secreto. No revelas cualquier truco a cualquier mago. Y ¿para qué se lo vas a contar a todo el mundo si les vas a quitar la posibilidad de disfrutar el efecto y no lo van a hacer? Lo que hacemos son unos libros muy caros, de una tirada muy, muy limitada, y que se reparten casi persona a persona.

-¿Hay que tener un carné?

-No realmente, lo que pasa es que casi todos nos conocemos. No se venden en librerías, sino en una conferencia donde igual acuden 70 personas, se hace una muestra de cómo son los juegos. Cuando uno se aficiona a la magia lo primero es entrar en una asociación mágica donde te hacen un examen y sí, te dan un carné, aunque realmente yo no se le voy a pedir a nadie.

Tamariz, «la estrella»

-¿La magia está pasando por un buen momento?

-Hay algo que la gente no sabe, y es que la meca mundial de la magia de cerca es España. Los magos de todo el mundo están constantemente mirando a España para ver qué ideas salen de aquí, y eso sucedió gracias a una serie de creadores y teóricos en los años 60 y 70 que fundaron la escuela mágica de Madrid, con Arturo de Ascanio, que era un abogado y un grandísimo aficionado. Tuvo de alumnos a Juan Tamariz y Pepe Carrol.

-¿Y eso se nota cuando sale al exterior?

-Cada cuatro años hay un congreso mundial de magos, son como las olimpiadas, y cuando se reúnen todos la estrella es Juan Tamariz. Recuerdo ir a una tienda de magia en el extranjero, entrar y decir que soy español. Me dieron una baraja y se apartaron para ver qué hacía.

-Eso fuera, pero aquí se le conoce más por sus monólogos...

-Llevo más tiempo. Estoy con la magia desde el 'Nada por aquí' en 2007, y con el humor desde 1999.

-Y siempre pensando en cosas pequeñas, ¿de dónde surgen?

-Empecé con dos o tres monólogos. Un par de amigos me recomendaron que sólo hablara de cosas pequeñas. Pensé que me iba a durar tres meses, pero ya llevo 12 años.

-¿Las cosas pequeñas no se agotan?

-No se agotan porque hay muchas. Si quisiera hablar de cosas grandes lo tendría peor. Océanos hay cinco, universos sólo uno. Puede que lleve más de 500 monólogos.

-Llegará un momento en que las cosas no le hagan gracia...

-A mí todo me hace mucha gracia.

-El año pasado publicó 'Diario de una pulga'. ¿Es un libro infantil?

-Es un libro para niños que los padres van a disfrutar. Empieza con una pulga que quiere ir a esquiar a Baqueira y le dicen que para llegar allí tiene que ir al Congreso de los Diputados, donde hay un montón de bigotes, perillas, barbas y cejas que están siempre peleando pero que tienen una cosa en común: todas esquían en Baqueira.