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Bilbao. Imagen tomada minutos después del estallido de la bomba que acabó con la vida del policía Eduardo Puelles. :: LUIS CALABOR
Los asesinos de Puelles colocaron varios días la bomba y la sustituyeron porque fallaba
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Los asesinos de Puelles colocaron varios días la bomba y la sustituyeron porque fallaba

El único dato de que disponían los terroristas sobre el policía era la matrícula de su coche

ÓSCAR B. DE OTALORA

Viernes, 4 de marzo 2011, 13:42

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Los asesinos del inspector de Policía Eduardo Puelles intentaron en varias ocasiones matar al agente mediante una bomba lapa, que una y otra vez falló, según han declarado durante los interrogatorios llevados a cabo por la Guardia Civil. El comando se había centrado de tal forma en intentar acabar con la vida del agente que llegaron a retirar el artefacto explosivo para buscar el fallo que había impedido la deflagración y volvieron a colocarlo repetidas veces, hasta que, el 19 de junio de 2009 consiguieron su propósito y acabaron con la vida de un policía que, dedicado a la lucha antiterrorista, había salvado a decenas de personas con la detención de comandos.

La declaración de los etarras detenidos por la Guardia Civil el pasado martes revela una forma de actuar en la que la obsesión por la eficacia roza con el comportamiento suicida. El talde disponía de todos los elementos electrónicos fabricados por la propia banda para elaborar bombas lapa. A la hora de colocar los artefactos, las medidas que tomaban para asegurarse de que no fallasen eran de una sofisticación sin par. Los terroristas los envolvían con cinta aislante negra para que fuese casi imposible verlos en la oscuridad de los bajos de un coche. Además, buscaban recovecos del chasis para ocultar las bombas, de tal forma que sólo un minucioso examen permitiera localizarlas.

Pero esta complejidad asesina rozaba con una insensatez sin parangón en ETA. Según la reconstrucción parcial realizada por los expertos con las primeras declaraciones de los arrestados, los etarras colocaron en el coche de Eduardo Puelles una bomba lapa que no estalló. Al día siguiente, regresaron para llevársela y poder examinarla en busca de fallos. Los miembros de la banda jamás habían hecho algo así. Una de las consignas que reciben todas las personas que trabajan con explosivos -desde los artificieros hasta los terroristas- es que, si una bomba no explota, en ningún caso hay que volver a recogerla. Todos los manuales señalan que si no ha estallado se ha convertido en un objeto extremadamente peligroso que puede detonar con el más simple movimiento. Manipularlo se considera un suicidio.

Sin embargo, los miembros del 'comando Otazua' -el nombre que ETA había dado a la célula en recuerdo del terrorista Aitor Otazua, fallecido durante una emboscada a una patrulla de la Ertzaintza- la retiraron en varias ocasiones. Las investigaciones provisionales llevadas a cabo hasta el momento indican que el talde, hasta ese momento, había fallado en otros dos intentos de cometer atentados con bomba lapa. La presión al verse incapaces de cometer un asesinato les llevó a obsesionarse con este ataque.

Fallos en cadena

En octubre de 2007 ya habían intentado matar en el barrio de La Peña al escolta Gabriel Ginés mediante un artefacto adosado en los bajos de su vehículo. La bomba sí que llegó a estallar, pero, al estar colocada en la parte trasera para que no lo pudiera detectar el guardaespaldas, provocó el incendio del depósito de gasolina. Pese a que el vehículo, un Skoda Octavia, se convirtió en una bola de fuego, Ginés consiguió salir del coche y salvar su vida, aunque sufrió graves quemaduras. En septiembre de 2008, el comando había tratado de asesinar a un policía nacional con otro artefacto explosivo colocado en su automóvil. Esta vez, no estalló y el agente condujo desde el barrio de Zorroza, donde residía, hasta el cuartel de Basauri, con el dispositivo en su automóvil. La lapa fue detectada por los servicios de seguridad de la base, que la neutralizaron.

El asesinato de Puelles era el tercer ataque de este tipo que pretendían llevar a cabo. De manera habitual, los terroristas eligen esta clase de bombas porque les permite cometer un asesinato sin tener que llegar a un enfrentamiento directo con su víctima. En el caso de Puelles, según han señalado fuentes de la investigación, el grupo únicamente disponía del número de matrícula y el modelo de vehículo. Los terroristas consiguieron comprobar que era un automóvil policial, pero ignoraban totalmente quién podría ser el objetivo de su ataque. Las fuerzas de seguridad sospechan que en los otros dos atentados, su nivel de información sobre sus víctimas también era bastante escaso.

Este dato revela que el comando había realizado una vigilancia activa en el barrio de La Peña o que disponía de un colaborador que les alertaba de los movimientos de los vecinos. Precisamente, la investigación que la Guardia Civil está desarrollando se centra en la abundante información que ha sido incautada a los terroristas, para comprobar qué sistema emplearon para buscar objetivos.

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