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F. DOMÍNGUEZ
Martes, 7 de diciembre 2010, 03:37
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La comarca de las Siete Villas, situada en la parte alta del río Najerilla, una de las zonas más naturales y hermosas de la geografía riojana, ha tenido siempre en la localidad de Mansilla de la Sierra como una especie de cabecera de comarca o punto de encuentro.
Tal vez porque por ella ha discurrido siempre el río más notable riojano antes citado -dejando al margen al Ebro-, o porque por sus antiguas calles cruzaba el Gatón para tributar en él o el Portilla o el Cambronés, o quizá porque se encontraba estratégicamente mejor ubicada, el caso es que desde que la comarca comenzó a denominarse de esa manera, la cabeza visible siempre fue Mansilla de la Sierra.
Sin embargo, a raíz de la desaparición del antiguo pueblo, sumergido bruscamente bajo las aguas del pantano, la localidad pareció entrar en una especie de crisis, de la que ha ido saliendo gracias al esfuerzo de sus pobladores que, muy a su pesar, se ven empujados a hacer un ejercicio de nostalgia casi cada año, cuando ven aflorar a la superficie las ruinas de lo que fueron sus casas y lo que queda de aquella impresionante iglesia y edificios de indudable nobleza arquitectónica.
Lejos de evocar esa nostalgia que tan poco gusta a los mansillanos, acaba de aparecer un libro en el que se trata de compendiar lo que han sido los últimos cincuenta años de la localidad. De la mano de un mansillano de adopción, José María Menéndez de la Cuesta Valls, el tomo 'Mansilla de la Sierra 50 años. Siglos de historia riojana', fue presentado públicamente la semana pasada en la librería Santos Ochoa.
El catedrático de Estructura Económica y antiguo diputado, Ramón Tamames, como asiduo visitante desde hace muchos años de la localidad, ha sido el encargado de prologar el tomo, del que dice que «es la reconstrucción de una historia ignorada por muchos, por casi todos; que vuelve a la luz y que permitirá reivindicar no pocas cosas por parte de los mansillanos», además de añadir que «es un toque de optimismo sobre un futuro mejor, con nuevos emprendimientos de ganadería, gastronomía, caza y pesca, turismo y otras bases de futuro».
Por su parte Menéndez de la Cuesta, dice que su pretensión a la hora de sacar a la luz el libro, no es otra que «que se conozca Mansilla, que la gente no se olvide nunca jamás de que ahí hubo un expolio considerable, que echaron a sus pobladores de sus casas fusil en mano, y que les llevaron a un sitio inhóspito donde, por si fuera poco, les pagaron 60.000 pesetas por sus casas y les cobraron por la nuevas 300.000».
Ingrata nostalgia
A su juicio, a la gente que vio desaparecer el pueblo bajo las aguas «no le gusta mucho ver reaparecer lo que queda de sus casas cuando baja el nivel del pantano, porque les despierta la nostalgia y no es de su gusto», y así lo refleja en su publicación, aunque sabe bien que llegará un momento en que, cuando hayan pasado varias generaciones, esa sensación triste acabará diluyéndose.
Pero el libro no sólo persigue mantener negro sobre blanco una historia, sino que al mismo tiempo pueda servir como una especie de revulsivo que permita «que la sierra siga teniendo futuro», para lo que considera que debe haber «una apuesta por hacer compatible la ganadería, que ha sido siempre el motor de la sierra, con el turismo de naturaleza; y para eso habrá que dotarlo de infraestructuras».
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