Las piscinas de Ibaiondo, en pañales

«¡Heces a la vista!». Ante esta expresión, saltan todas las alarmas en las piscinas del centro cívico Ibaiondo, ya que la aparición de tan repugnantes invasoras obliga a la evacuación de todo el recinto, una instalación con aforo para 250 personas. La curiosa anécdota se convierte en penuria para quienes tienen que salir por pies y esperar dos horas y media a que los responsables de la piscina suban el nivel del cloro, eliminen las partículas de residuos y devuelvan el agua a su estado inicial.

José Antonio Moreno ha vivido quince de estas desagradables aventuras. Asiduo a este recinto, cada vez que es evacuado, al salir del vestuario presenta una instancia. «En casa tengo las quince respuestas, y en ellas el director me dice que es algo aislado», explicó este bañista a EL CORREO, aún sin creer la noticia de que finalmente el Ayuntamiento no separará las dos zonas -de nadadores y niños-, sino que optará por una hipercloración del agua. «Si no hubiese una solución, lo entendería, pero habiéndola…», reflexionó Moreno.

El Consistorio ha optado por clorar más el agua y confiar en que los padres cumplan con la obligación de poner los pañales acuáticos a los niños, como bien recuerdan los carteles ubicados en vestuarios y pasillos. Ayer no había ningún menor de tres años sin éste bajo el bañador. «Siempre lo usamos, porque es lo más normal», aseguraba Nuria, madre de un pequeño. «No comprendo cómo hay padres que no se lo ponen».

La hija de Ángel ya es mayor para usar este tipo de pañales, pero aun así su padre se mostró a favor de que sean obligatorios. «No he visto nunca las heces en el agua, aunque una vez llegamos y la piscina estaba cerrada por ese motivo», comentaba, además de recordar que eso mismo «ha pasado en otras piscinas».

Sin embargo, mientras que en el resto de instalaciones la aparición de este residuo orgánico solo obliga a cerrar la zona infantil, al ser la de Ibaiondo una única cubeta obliga a clausurar también la zona de nado. «Ése es el problema», apuntaba uno de los monitores, quien además restó peso al asunto. «En los dos últimos meses solo hemos tenido que cerrar una vez. Aunque sí es cierto que aquí vienen muchos niños pequeños, al ser un barrio joven».

A pesar de que lo más normal es que quienes sueltan las heces sean los más pequeños, Moreno recuerda con desagrado una doble anécdota. «Se trataba de un chico de unos 14 años, que hizo sus necesidades dentro de la piscina. Al día siguiente, el mismo niño volvió a hacerlo. Y si le decías algo a la madre te respondía que su hijo podía cagar donde quisiera».

Setenta en un vestuario

Aunque éste no es el único problema. Él ha visto también cómo el vómito obliga a cerrar la piscina. «Y eso no lo puedes frenar con un pañal», recalcó. Por eso es partidario de poner una mampara de separación, aunque con eso solo no bastaría, según explicaron a este periódico los expertos del Ayuntamiento, ya que la piscina tiene un único sistema de depuración, y la separación obligaría «a una obra mucho mayor».

Moreno también apunta a la falta de espacio en los vestuarios cuando se produce una de estas evacuaciones. «Esta piscina la usa mucha gente, y claro, si hacen salir a todos a la vez, te encuentras con setenta personas en un vestuario que está diseñado para veinticinco». La suma de todo esto ha convertido este asunto en algo personal. «Cuando parecía que sí iban a hacer la separación, van y deciden dar marcha atrás. El martes me tendrán otra vez en el Ayuntamiento», auguró. Sobre todo, porque el modelo de piscina 'dos en uno', que se ha probado por primera vez en este centro cívico, es el que está previsto colocar en las futuras instalaciones municipales de Salburua y Zabalgana.