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Luis Miguel, junto a su coche./ Mireya López
Vivir en un coche abandonado
sin hogar

Vivir en un coche abandonado

La Policía retira el turismo aparcado en Sestao que un padre y su hijo utilizaban como hogar desde hace mes y medio

IVÁN ALONSO

Sábado, 2 de octubre 2010, 14:20

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De ser cocinero a comer bocadillos, de tener un trabajo cualificado a deambular limpiando cristaleras y persianas de bar, de vivir bajo un techo a pasar las noches arrebujado en un viejo 'Opel Astra' a las afueras de Sestao. Luis Miguel Santamaría, un baracaldés de 52 años, ha conocido todos los estados de la materia hasta que hace unos años la crisis empezó a barrerlo y lo arrumbó hacia el albañal de la sociedad. Sin casa, sin dinero y sin trabajo este hombre malvive en un coche junto a su hijo de 18 años desde hace mes y medio.

Aunque lee todos los periódicos a las siete de la mañana en un bar cercano que le permite asearse, para él la crisis no es algo que figure sólo en la sección de Economía. Es terriblemente real desde que hace años notó cómo las ofertas laborales iban disminuyendo. Hasta entonces sus cosas marchaban: trabajos bien remunerados en Tarragona y Castellón, residencia asegurada, mujer e hijo. Una vida normal, corriente, de trabajador.

«No quiero hablar mucho de ello», dice. Luego se desahoga. El divorcio por causas que prefiere callar fue la piedra de toque, cuando vio abrirse el vacío entre sus pies y empezó la loca caída que le llevaría al humilde coche aparcado en la acera. Una separación traumática en la que su hijo acabó tutelado en un centro por orden judicial. «No tenía que estar allí», afirma. Deja sus pucheros en Cataluña, su trabajo y su «cierta reputación» y vuelve a Euskadi dispuesto a pelear por recuperarlo.

Le esperan entonces tres años de pleitos en los tribunales por la custodia del chaval. Finalmente le dan la razón, pero para entonces ha consumido tanto su patrimonio como sus fuerzas y las oportunidades laborales. En el paro, con las prestaciones de desempleo agotadas y apurando hasta mediados de junio la ayuda de 420 euros del Gobierno central para parados de larga duración, en agosto él y su hijo consumen el último céntimo de sus ahorros y tienen que abandonar la habitación de alquiler en la que viven. Su destino, uno de los coches que la Ertzaintza mantiene con un cepo cerca de la comisaría de Sestao. Desde entonces, un hogar.

Se le llenan los ojos de lágrimas al hablar de su hijo. Estudiante en un instituto de Barakaldo, quería dejarlo todo para echarse a las colas del paro y buscar un trabajo. Pero ahí el padre se opone. Tal como está la situación es mejor estudiar, piensa. Y el hijo, solidario, decide compartir la suerte de su padre: toma una manta y pasa las noches retorcido en el 'Opel'.

Pan y fiambre

El día a día de Luis Miguel consiste en salir con su máquina de agua a presión y moverse por Sestao limpiando persianas y cristales. «No siempre no te sale trabajo», suspira. A veces, cuando va a realizar una faena, le dicen que lo deje para el mes que viene. Con veinte o sesenta euros trampea la gusa, come bocadillos «y cuando podemos, un menú». Un hostelero se ha ofrecido a darle de almorzar cuando él quiera, pero le da vergüenza y no acude a diario. Con lo que gana compra pan, algo de fiambre y prefiere olvidarse de lo caliente y los desayunos.

«Mi vida es que mi hijo esté bien». Con ese horizonte sigue adelante, aunque desde hoy lo va a tener más difícil. El 'Opel Astra' en el que burlaban el relente de las noches fue retirado ayer por orden de la Ertzaintza. «Apátrida», sin estar empadronado en ningún municipio, su mejor oportunidad pasa ahora por alojarse en un albergue foral y tratar de reunir algún dinero que le aporte un techo y el ansiado empadronamiento, la puerta a una ayuda que ahora se le escapa.

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