«José quería más tiempo, pero la muerte no es compasiva ni inteligente»
«Mientras recordemos a las personas que queremos, éstas tienen una suerte de vida», reflexiona la compañera del escritor Pilar del Río. Periodista, viuda de José Saramago
ITXASO ELORDUY
Lunes, 23 de agosto 2010, 10:31
Pilar del Río está de luto. Vive la ausencia como la loba, aunque no está sola. Los libros la acompañan, punto de encuentro entre Saramago y ella, en la biblioteca que compartían y amaban en la pintoresca localidad de Tías (Lanzarote), anexa a la casa donde el Nobel vivió junto a su esposa los últimos quince años de su prolífica y reivindicativa vida intelectual. Pilar está marcada por la figura del héroe pesimista del siglo XXI. «Los optimistas no cambian nada, los pesimistas escépticos sí, las conciencias críticas mueven el mundo», escribió Saramago. «José quería más tiempo. La muerte no es compasiva ni inteligente», añade ella. «Escribía para comprender, no le gustaba la idea de tener que morir».
Disfrutamos de un aperitivo como ellos, austero, en un melancólico día en la Isla de la Luz, parejo a la murria de la tierra envuelta en fados. Saramago está presente, su cruzada sigue viva. José permanece íntegro en Pilar, en la memoria, en las traducciones que amasó con sus propias manos, en las esquinas de esa casa-biblioteca sobria y bella. Y su viuda aparece con un cajón lleno de direcciones y recuerdos. Es momento de hacer limpieza. La vida sigue, pero lo vivido, las páginas de este libro, no se pueden pasar de una sola vez.
- Hábleme de su recorrido vital.
- Qué pereza ¿De verdad es necesario? Soy una sevillana de 60 años, que se considera latinoamericana y europea, que siempre quiso ser periodista para contar lo que otros hacen y estar detrás de la cámara y la noticia.
- Rememore su madurez junto al hombre que usted definía como «héroe del siglo XXI».
- Al héroe lo conocí en el 63, cuando tenía 36. ¡Para que luego digan que lo de los capicúas es cuento! Él escribía y yo, como solemos hacer los periodistas, le daba patadas al idioma. Los dos leíamos mucho, lo que une, y compartíamos ideología, que también ayuda, una austeridad que nos caracteriza y cierto ascetismo, que en nada tiene que ver con la religión y sí con la forma de entender la vida. Quizá sea un ascetismo ecológico, no despilfarrar lo que el mundo no puede permitirse.
- ¿Con qué calificativo se autoretrataría?
- Soy vehementemente obstinada; lo que tiene que ser, es. Somos lo que hacemos, no lo que decimos. Las palabras sobran, aunque hable mucho y con pasión.
Así es, su discurso está plagado de anécdotas simpáticas de su etapa periodística. Fue subdirectora de 'El Loco de la Colina' y entabló amistad con artistas de la talla de Lola Flores.
- ¿Qué le condujo a cambiar de vida, a seguir a José Saramago hasta el final?
- Fui a Lisboa para agradecer al escritor la maravilla que me había proporcionado con sus libros y allí, además de conocer al escritor, entreví al hombre, al que descubrí después, cuando me fue a visitar a Sevilla. Pero eso ya es privado
-¿Pero qué le atrajo de su personalidad?
- La honestidad, su inteligencia, la capacidad creadora, su valentía. Que fuera tan joven y tan sabio. Que no bajara la cabeza, donde cabían tantas ideas y personas, tantas culturas y respeto.
- ¿Cómo vivía la presencia de José?
- La del escritor, como un milagro. La del marido, como todas las parejas que se entienden.
- ¿Y su ausencia?
- De ausencias todas las mujeres sabemos algo, madres que pierden hijos, compañeras que pierden compañeros, amigas que pierden amigos... Yo me siento como todas ellas. (Su aspecto es sereno pero todavía no se siente con fuerza para asistir a actos festivos, señala con franqueza). Estoy de luto.
- ¿Cómo desea que Saramago perviva?
- Como era, como los lectores lo conocen o intuyen. Como será explicado en breve en un libro de Fernando Gómez Aguilera titulado 'Saramago en sus palabras'. Gómez Aguilera es el comisario de la exposición 'La consistencia de los sueños' sobre José Saramago que estuvo en Lanzarote, Lisboa y San Pablo, en Brasil, y que deseo que recorra la península, como magnífica invitación al conocimiento y elogio al trabajo.
- ¿De qué manera le describiría?
- Como un hombre que no se rendía, que tenía tiempo para oír a los demás, con una sensibilidad y una inteligencia de ésas que se dan pocas veces en un siglo. Una gran persona, sin moralinas, pero con unos valores morales que no estaban en venta.
Escritura austera
- ¿Qué parte de Saramago vivirá eternamente en Pilar del Río?
- Lo de eternamente es un concepto que no entra en mi vocabulario, demasiado religioso o poético Mientras recordemos a las personas que queremos, esas personas tienen una suerte de vida. Yo le recuerdo íntegramente.
- ¿Una frase suya para la eternidad?
-Mire, no creo en la eternidad. Imagine una frase para tanto tiempo Cuando la Tierra se acabe, que se acabará, no habrá frase ni eternidad. Y a lo mejor, si no se piensa en Dios, en cualquier dios, ellos dejarán de existir. ¡Qué alivio! Marx no me ha defraudado, Dios sí. Incluso llevó a su hijo a la cruz.
- ¿Qué deseo dejó Saramago sin cumplir?
- José quería más tiempo y ese deseo no lo pudimos cumplir. Una joven portuguesa me dijo que si ella pudiera, iría como Blimunda, el personaje central de 'Memorial del convento', con un ánfora, solicitando segundos de vida a cada lector para ofrecérselos a Saramago. La muerte no es compasiva ni inteligente.
- Usted ha seguido desde una posición privilegiada la evolución de la obra.
- Te hablo de eso con sus palabras; él define su obra como 'la estatua y la piedra'. La estatua llega hasta 'El Evangelio según Jesucristo'. Ahí, con un esplendor que cautiva, describe la estatua que es nuestra cultura occidental. Entra en el corazón de esta civilización y se atreve con las grandes preguntas. A partir del 'Ensayo sobre la ceguera' y hasta su último libro, 'Caín', lo que le interesa es la piedra de la que se hace la estatua. Saramago decía que tal vez por haber entrado en contacto con la aridez de Lanzarote, su escritura se hizo más austera.
- ¿Qué os cautivó de Lanzarote?
- La austeridad, el contacto con el primer día del mundo y con el último. La urgencia de, en contacto con la tierra, llegar al corazón de las cosas, sin los hueros discursos que tantas veces ensordecen.
- Lisboa, Lanzarote, ¿tiene el corazón partido?
- Me voy a vivir a Lisboa, he solicitado la nacionalidad portuguesa, pero no vamos a cerrar Lanzarote, porque aquí también está el espíritu de Saramago y los lectores tienen derecho a ver el lugar donde su escritor vivió, sintió, trabajó y murió. La casa y la biblioteca privada podrán ser visitadas y la sala de juntas (donde solíamos celebrar también ágapes) tendrá una nueva utilidad, la exhibición de proyecciones de Saramago en Lanzarote. Espero que sea una realidad lo antes posible, pongamos que para principios de año.
- Está usted volcada en la Fundación José Saramago. ¿Pasado, presente y futuro?
- La Fundación nació hace tres años para desarrollar objetivos relacionados con la cultura, el rescate de autores que han entrado en zona de sombra, ciclos de conferencias, publicaciones. Y divulgar y exigir el cumplimiento de la Declaración de los Derechos Humanos. Nos ocupa, porque nos preocupa, el medio ambiente. En breve nos mudaremos a un edificio singular antes deshabitado en el centro de Lisboa, la Casa dos Bicos, desde donde deseamos promover el pensamiento y la reflexión como vía para solucionar los grandes problemas sociales.