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El 'Robin' regresa a puerto británico en una fotografía tomada en 1974.
Vapor más viejo del mundo

La última singladura del 'Robin'

Durante 70 años surcó aguas vizcaínas con el nombre de 'María' y en 1974 la familia De la Sota lo vendió para chatarra. Filántropos británicos lo salvaron por su valor histórico El vapor más viejo del mundo se convierte en un museo flotante en Londres y podría acabar en Bilbao

JOSU GARCÍA josugarcia@diario-elcorreo.es

Domingo, 8 de agosto 2010, 10:51

Joseph Conrad estaba convencido de que los barcos tienen alma y memoria. Si el escritor de origen ucranio estaba en lo cierto, el 'SS Robin' debe albergar en sus bodegas una cantidad ingente de recuerdos y secretos. Durante casi cien años surcó los mares transportando carbón. Sobrevivió a la Gran Guerra y a la Segunda Guerra Mundial. También a la fratricida contienda civil en España. Sirvió al ejército francés y también a la República, burlando a submarinos y poderosos acorazados.

En 1974, cuando ya era el mercante de vapor más antiguo del mundo, fue retirado de la circulación. Pero aquello no era una merecida jubilación, sino una condena a morir descuartizado a manos de los chatarreros y sus sopletes ávidos de metal. La suerte que le acompañó a lo largo de toda su vida volvió a aparecer entonces. Una sociedad británica sin ánimo de lucro le rescató de una defunción segura y durante años ha permanecido expuesto en un céntrico muelle de Londres.

Su buena estrella no acaba ahí. El 'SS Robin', con sus 44 metros de eslora, se convertirá en breve en uno de los museos flotantes más importantes y singulares del mundo. Lo más seguro es que la nave eche el ancla de forma definitiva en el Támesis pero también hay posibilidades de que lo haga en Bilbao, porque la capital vizcaína y su ría son una parte muy importante en la historia del barco. El último de los cinco propietarios que tuvo durante el tiempo que permaneció activo fue el empresario vasco Eduardo de la Sota y, durante décadas, hizo miles de viajes entre Avilés, Santander y los muelles de Sestao, Barakaldo y Deusto. Tan importante es su pasado vizcaíno que el 'SS Robin', fletado en 1890, fue rematriculado en Bilbao en 1900. Sus dueños le rebautizaron con el sencillo nombre de 'María', emblema que paseó con orgullo hasta el momento de su retiro.

Además de constituir una auténtica joya para investigadores y aficionados a la náutica, el 'Robin' -o el 'María', como el lector prefiera- es, sobre todo, un ejemplo de cómo un buque con valor histórico puede convertirse en un equipamiento cultural de primer orden si de verdad hay voluntad, trabajo y esfuerzo. Hace unos meses, el Museo Marítimo de Bilbao renegó del carguero 'Mónica Sofía', otra embarcación de gran peso sentimental para el territorio. Construido en los astilleros Euskalduna, se barajó la idea de convertir sus bodegas en una galería de arte, una discoteca o un restaurante. El objetivo: dinamizar con un elemento emblemático el entorno de un museo que no acaba de carburar.

Sin embargo, como sucediera con el vapor más antiguo del mundo en 1974, las autoridades decidieron mandar al 'Mónica Sofía' al desguace, después de comprobar el elevado coste que tendría la iniciativa. La historia se repite. «Es una pena», se sincera Daniel Beltrán, arquitecto del proyecto que se ha desarrollado para salvaguardar el 'Robin' para siempre. La historia de este joven valenciano y su relación con el barco de la buena estrella es fruto del azar y la «chaladura».

En 2002, Beltrán era un simple estudiante español que trabajaba de camarero en coctelerías y bares londinenses. «No hacía nada relacionado con la arquitectura», recuerda. Un buen día conoció al matrimonio formado por David y Nishani Kampfner, una pareja clave en los 120 años de vida del 'Robin'. «Eran dos benditos locos a los que se les había metido en la cabeza la disparatada idea de abrir un museo en su interior». Por entonces, el vapor descansaba en las aguas del Támesis, en el muelle West India, no muy lejos de los restos del mítico 'Cutty Sark'. Su herrumbroso casco artesanal centenario aguantaba a duras penas. La pareja se hizo cargo de la embarcación y el joven arquitecto comenzó ayudarles de forma desinteresada, «por amor al arte». «Al principio no sabíamos ni sus medidas, así que me afané en diseñar unos planos nuevos, ya que no teníamos los originales. Después preparé más material gráfico con el que acudir a los bancos para pedir financiación», relata.

Un proyecto de 3 millones

Desde entonces, el valenciano no ha parado de trabajar en un proyecto que le ha dejado «prendado». «Es algo irrepetible desde el punto de vista emotivo», afirma. Una aventura que tomó un giro definitivo en 2006. Meses después de lanzar una desesperada campaña para salvar al viejo 'María' y cuando todo parecía perdido, el matrimonio Kampfner recibió la gran noticia de que la empresa de ferrocarriles británicos aportará 3 millones de euros a la iniciativa. Una muestra más de la buena suerte del 'Robin' -petirrojo, en inglés- cuyo hermano gemelo el 'Rook' -grajo- se hundió sin remedio en 1925, frente a la isla galesa de Angelesey.

Con el dinero, Beltrán diseñó un pontón flotante y los Kampfner sacaron a tierra el 'Robin' para restaurar definitivamente su casco. Una operación que se desarrolló a finales del mes de junio y que requirió la participación de dos de las grúas de mayor tonelaje del Reino Unido. «Tenía agujeros del tamaño de pelotas de golf; parece increíble que no se hubiera hundido».

El pontón, la cama flotante sobre la que se asienta en la actualidad el 'Petirrojo', permitirá preservar intacta su centenaria estructura. «También le da un realce especial al barco. Sucede como con los templos griegos, que tenían una gran crepidomia -basamento- para darle mayor presencia a su porte», apunta el arquitecto.

El viejo 'María' descansa ahora en un astillero de Suffolk. El último obstáculo que le separa de abrir sus puertas como centro de interpretación del mar y aula de cultura es su futura ubicación. Los Kampfner quieren que el museo flotante atraque muy cerca del Millenium Bridge de Norman Foster, pero las autoridades locales parecen no tenerlo tan claro. Es aquí donde entra en juego la opción de Bilbao. «Estamos abiertos a buscar otro hogar para el 'Robin' y la capital vizcaína nos parece un sitio ideal por el pasado del barco», apunta el principal promotor del proyecto. «Hemos mantenido contactos con el Museo Marítimo de Bilbao y, aunque Londres es la primera opción, no descartamos recalar algún día allí. Sería fantástico, un golpe de justicia poética», añade David Kampfner.

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