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Vista del pasillo en el que se exponen los vestidos con motivos florales. :: TELEPRESS
El modisto que hizo arte del corte
CULTURA

El modisto que hizo arte del corte

El museo de Bilbao expone 35 vestidos que revelan el rigor y la imaginación de Cristóbal Balenciaga

IÑAKI ESTEBAN iesteban@diario-elcorreo.com

Martes, 11 de mayo 2010, 12:12

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Es fácil imaginarse a Cristóbal Balenciaga inclinado sobre el papel o la tela, con sus lápices, tiza, metro y tijeras, dibujando y trasladando sus figurines a los patrones y al tejido, igual que un artista se acerca al lienzo para esbozar y pintar sus cuadros. La misma combinación de imaginación y rigor mueven al modisto y al pintor, y ese aspecto artístico es el que muestra el Museo de Bellas Artes de Bilbao en una exposición sobre el modisto con 35 vestidos, titulada 'Balenciaga. El diseño del límite', que desde hoy está abierta al público

Es un aperitivo de lujo de lo que será el museo Balenciaga cuando empiece a funcionar dentro de un año en Getaria y cuenta con una presentación inédita de las prendas, distribuidas por siete espacios del centro, colgadas del techo o cubiertas por cápsulas de metacrilato para resaltar su carácter de obras únicas.

Los arquitectos Victoria Garriga y Toño Foraster, de AV62, han diseñado el montaje de la exposición y están a punto de terminar el interiorismo y la presentación museológica del museo de Getaria. De las 35 piezas exhibidas, 11 pertenecen a la colección del Gobierno vasco, 19 a la Fundación Balenciaga, cuatro a dos colecciones particulares del País Vasco y la última a una colección de Madrid. Excepto estas últimas prendas, las que están en manos privadas, las demás se verán en el centro guipuzcoano, por lo que la muestra de Bilbao funciona como un adelanto del mismo, como una celebración de la figura de Balenciaga y como un «experimento» con el propio espacio de la pinacoteca, según lo calificó su director Javier Viar.

Las líneas pulidas y sobrias de Balenciaga, la base de su elegancia, no pueden explicarse, en opinión de Viar, sin la atmósfera de su época. Un tiempo que había pasado del ritmo volcánico de los años veinte y treinta -en los que se forma el modisto- a la obligada depuración de la posguerra. «Justo cuando él consolidaba su estilo, el mundo del arte desarrollaba las posibilidades estéticas de la geometría, gracias a los artistas espacialistas, como Ben Nocholson. Hay modistos más epidérmicos, que imprimen su estilo en los estampados o en caracteres accesorios del vestuario, como el empleo de materiales diferentes de los tejidos. Por contra, Balenciaga construyó sus señas de identidad sobre la estructura», explicó el director.

Toño Foraster indicó que el montaje de la exposición ha intentado casar los lugares específicos del museo -el vestíbulo central o los pasillos entre el edificio moderno y el antiguo- con los vestidos más apropiados para ellos, expuestos con un esqueleto invisible que otorga a las piezas su máxima expresividad. «Hemos querido captar su visión del mundo, reflejar el aura de lujo y perfección y exponer cómo sus vestidos trataban, al mismo tiempo, de proyectar y proteger a la mujer», añadió Victoria Garriga.

El Picasso de la moda

Las prendas elegidas están fechadas entre los años cincuenta y sesenta, el periodo en el que Balenciaga era ya una estrella internacional de la alta costura, si bien tenía fama de hombre hermético, poco amigo de los actos sociales y de la prensa de moda, enfrascado en su trabajo y en su taller, en el que reinaba el silencio y la concentración.

En el vestíbulo del museo aparecen tres vestidos de noche montados con un aro de neón, que descubren aspectos fundamentales del arte de Balenciaga: el mínimo uso de las costuras y la inspiración en la indumentaria histórica y popular, visible en un vestido de noche en tafetán negro con fruncidos laterales para acentuar las caderas, clara evocación de la vestimenta del siglo XVIII.

Cecil Beaton, diseñador de vestuario para el cine y fotógrafo de moda, escribió que «Si Dior es el Watteau de la costura (lleno de matices, chic, delicado y oportuno), entonces Balenciaga es el Picasso de la moda porque, como el pintor, guarda un profundo respeto por la tradición y posee un depurado estilo clásico que subyace a todos sus experimentos con lo moderno».

Dentro de esa experimentación se encuentra un vestido de noche amarillo, con un volante de plumas de avestruz, que se expone en el paso entre los dos edificios del museo. Un poco más allá se encuentran diez abrigos de día en los que se aprecia su intención de dejar un espacio entre la prenda y el cuerpo de la mujer, al contrario que Dior, que quería unir el tejido a las curvas para exhibir la feminidad con un trazo más marcado.

Ya en la parte antigua se cuelgan cuatro vestidos de noche suspendidos del techo y, al subir las escaleras hacia la primera planta, se ven cinco prendas más del mismo tipo. En una túnica negra se percibe las combinación de materiales con la que empieza a experimentar Balenciaga a partir de 1960, introduciendo en este caso un perfilado de visión. Un pasillo con vestidos de motivos florales y un espectacular vestido de novia cierran esta muestra que acercan al visitante a la elegancia rigurosa y brillante del gran modisto vasco.

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