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El alcalde de Lagrán, José María Martínez, pasea por el amenazado hayedo de Nisabella. :: IOSU ONANDIA
El paisaje electrocutado
ÁLAVA

El paisaje electrocutado

Vecinos de pueblos por donde pasaría la alta tensión describen todo lo que destruirían las torres La Álava rural ha encabezado la protesta cuando han querido arruinar su geografía, que es el espejo de su alma

FRANCISCO GÓNGORA p.gongora@diario-elcorreo.com

Domingo, 9 de mayo 2010, 05:04

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En el alto del puerto de Okina, a 9 kilómetros al sur de Vitoria, se yergue un espino albar con una hermosa copa que cuidan manos anónimas. El desconocido lo poda con esmero para que en los calurosos días del verano pueda darle sombra mientras contempla el singular mosaico de la Montaña alavesa. Al norte, el fabuloso hayedo de los Montes Altos de Vitoria y al sur el parque de Izki, Okina y su grandioso desfiladero hacia Treviño, y los pastizales verdes primavera donde pacen a su antojo las vacas de Víctor López Izquierdo.

En esa atalaya privilegiada, esencia de la Álava profunda, hacían tertulia esta semana el mismo Víctor, miembro de la junta administrativa de Okina, su hijo Rubén, de 36 años, y David Pérez de Onraita. Los tres, agricultores, han acudido a las manifestaciones contra el proyecto de línea de alta tensión planeado por Red Eléctrica Española en la zona. «Estos parajes no son lo mismo con torres de hierro de hasta 71 metros y cables de acero rompiendo la panorámica», piensa López, que parece haber terminado con esa leyenda que dice que para un campesino un árbol sólo significa su valor en dinero cuando cae bajo la motosierra. «Ha sido el recurso del pueblo para sus obras. Pero hoy en día la madera no vale nada. Y cuesta tanto cortarla que, aunque tengas derecho, hay quien la compra por ahí. Hoy le damos valor al paisaje», comenta Víctor.

«Si vienes un domingo a Okina no tienes donde aparcar. La gente pasea por el desfiladero. La línea va proyectada por la zona alta, pero dos kilómetros de hayedo, con árboles de 200 años, se lo llevan por delante. Y esta tierra es la que podemos dejar a nuestros hijos intacta, como está», agrega Pérez de Onraita, que apunta las cotas por donde podrían ir las torres: Zalmendi, San Cristóbal, el Alto y luego dirección hacia Izarza. «Una barbaridad porque bordea el Ayuntamiento de Vitoria, aunque no entra. Es que somos cuatro gatos para protestar. De eso se aprovechan», agregan.

Queja unánime

Álava, la rural, la profunda, ha sufrido una conmoción sin precedentes cuando se ha intentado mancillar su geografía que es tan valiosa para los pueblos como la sanidad o la educación para los de la ciudad. Nadie recuerda una protesta tan unánime y una convergencia entre vecinos de los 19 pueblos por donde discurre el trazado elegido e instituciones, grupos ecologistas, sindicatos y partidos de todos los colores -hasta el PSE que gestiona Red Eléctrica trata ahora de buscar una salida airosa que no le ponga contra todos- para frenar el proyecto. Una infraestructura de tanto impacto como la red de alta tensión que atraviesa el territorio desde la estación de Ullibarri Arrazua hasta Labraza, cerca del pinar de Dueñas.

«La naturaleza es nuestro futuro», asegura José María Martínez, alcalde (PNV) de Lagrán, mientras muestra con orgullo las gigantescas y centenarias hayas del barranco de Nisabella, en el sendero que va a Laño por el camino de Gran Recorrido GR-38. «La riqueza de un hayedo está en su longevidad. Para que tenga valor económico deben pasar más de 100 años. Estos y los del monte Ramuza son los mejores, aunque el precio ahora no es interesante. Antes con 200 de estas se hacían las obras del pueblo. Ahora sacamos más de la caza y la paloma, o del IBI. Pero el daño que pueden hacer las torres son muy grandes. Dicen en los estudios que sólo afecta a 300 metros de bosque pero en realidad afecta a 1.500. ¿Cómo se puede hacer una autopista por medio de este hayedo?», se pregunta.

El alcalde muestra también el centro de interpretación del GR-38, inaugurado hace un año, y el campo público de golf, con castaños enormes, que se quiere relanzar. Lagrán, villa amurallada, con una ubicación de postal, rodeada de frondosas con la sierra de Cantabria al Sur, ha apostado decididamente por el turismo de naturaleza como motor de desarrollo. «Y las torres nos hunden», comenta.

El mismo planteamiento defiende Javier Moraza, dueño del bar Arrieta, de Bernedo. La línea eléctrica sigue el corredor ecológico entre Lagrán, Bernedo y Angostina, en un recorrido de 10 kilómetros y cruzaría la sierra Cantabria entre Angostina y Marañón por una zona clave para aves amenazadas y principal corredor y eje de expansión para el quebrantahuesos.

«La gente no vendrá»

Frente a las 72 páginas de alegaciones técnicas y precisas que ha presentado la Diputación tras un trabajo arduo de sus técnicos que hablan del impacto crítico de la alta tensión, Javier Moraza expone desde el corazón su temor al efecto negativo del tendido eléctrico sobre estos montes que le parecen formidables. «Queremos atraer gente. Si tiran la línea, los visitantes se retraerán. Nuestra negativa está clara. Lo que pasa es que somos pocos», asegura Moraza que lleva detrás de su 'Land Rover' la pegatina contraria a la infraestructura.

La Montaña, pero también pueblos de la Llanada y la Rioja Alavesa, ha tomado conciencia de que su gran patrimonio y su futuro es el paisaje natural, el mejor conservado del País Vasco. Y un espejo del alma alavesa.

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