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Joaquim Rodríguez por delante de Samuel Sánchez en la etapa del martes. :: MIKEL FRAILE
La versión rusa de Joaquim
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La versión rusa de Joaquim

'Purito' Rodríguez nació entre bicicletas, pero pronto tuvo que dejar Cataluña para hacerse ciclista

J. G. PEÑA

Jueves, 8 de abril 2010, 04:27

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Si se suman los términos 'catalán' y 'ciclista' da como resultado la palabra 'exilio'. No falla. El ciclismo es hoy un deporte casi marginal en Cataluña, cuna de Joaquim Rodríguez, bronce en el último Mundial, reciente ganador de la Volta y emigrante. Primero, adolescente aún, vivió de inquilino en un albergue guipuzcoano. Luego desplegó su detonación de escalador en el Once, el Saunier Duval y el Caisse d'Epargne. Y ahora, para al fin ser líder sin bozal, ha tenido que ir más lejos. A Rusia. Al Katusha, el equipo con nombre de misil impulsado por Vladimir Putin y patrocinado por la industria gasística del país. Gas para las burbujas del cava. Ya con 30 años, 'Purito' Rodríguez vive en la emigración como en casa: «Me he adaptado de inmediato. Son serios, muy serios en el trabajo. Es un equipazo», cuenta en la salida de una Vuelta al País Vasco a la que es candidato.

«No, no hablo ruso. Sólo sé decir 'spasiva' (gracias). No hace falta más. Aquí, el idioma es el italiano», aclara sombreado por el cristal tintado de sus gafas. Para los rusos, la meca del ciclismo está en Italia. Es su segundo idioma, el que deletrean como si nada los responsables de la escuadra, Andrei Tchmil y Dimitri Konyschev, mitos recientes. «Tienen una gran mentalidad competitiva. El otro día, cuando gané en Estella, casi me echaron la bronca porque hubo algún fallo», comenta. En el Katusha le han dado sedal para pescar triunfos. Y, sobre todo, le darán una plaza en el Tour, la carrera a la que nunca le convocaban.

El Tour, el imán de todas las conversaciones ciclistas. La palabra mágica que escuchó en casa desde que recuerda. Su hogar era catalán y ciclista. Insólito casi. Su padre (Rodríguez Mayora), antiguo corredor profesional y director del equipo CR, no le animó a subirse a una bicicleta. «No quería que fuera ciclista. Practiqué fútbol, balonmano, baloncesto, natación... Hice de todo menos ciclismo. Pero era lo que me gustaba. Incluso, cuando empecé a andar en bici, mi padre me obligaba a seguir con el fútbol. Una semana jugaba al fútbol, los partidos de casa, y cuando el encuentro era fuera yo podía elegir: o fútbol o carrera ciclista».

Entonces, cuando vio el empeño del chaval, el viejo director se resignó y le apoyó. Era taxista. De lunes a viernes callejeando. Y los fines de semana, a madrugar y al volante de carrera en carrera. «Nos llevaba a mí y a mis hermanos, incluso fuera de Cataluña». Si querían ser ciclistas, tenían que serlo de verdad. El padre era inflexible. «Se levantaba pronto los sábados y si veía la más mínima mancha en la bicicleta no nos llevaba a correr. Tenía que estar todo perfecto».

Con Olano y Valverde

Pronto, Cataluña se quedó estrecha. Un amigo de Joaquim, Xavier Florencio, corría en el Iberdrola guipuzcoano, el filial del Once con sede y pensión en Azpeitia. Para allá se fue. «Eso te hace espabilar, te hace más valiente. Es que cuando llegas no sabes ni hacer un huevo frito. Además, yo no hablaba vasco y teníamos que echar una mano en la barra del bar del albergue. Así que aprendí cuatro palabras para manejarme. Aprendí rápido. No puedo pillar una conversación pero sí algunas palabras para el cachondeo. Los números: bat, bi, hiru, lau... O para pedir un 'cortado': ebaki bat. Algo sé». La necesidad enseña idiomas.

Ganó la Subida a Gorla y, pronto, su desparpajo se hizo hueco en el Once de Manolo Saiz. Escudó allí a Olano. Y a Valverde en el Caisse d'Epargne, el ciclista con más clase que ha visto. Rodríguez era el último gregario, el que lanzaba a Valverde hacia la meta. En las clásicas, en la vueltas. Celebraba muchos triunfos ajenos y pocos propios. Eso sí, siempre entre risas, su terapia preferida. Sus bromas ruedan por el pelotón. Ahora, líder catalán del equipo ruso del UCI Pro Tour, busca la llave de la Vuelta al País Vasco. «No puedo llegar a la contrarreloj empatado con Samuel o Valverde. Mano a mano ahí me ganan». Luego irá a por la Lieja-Bastogne-Lieja, la clásica soñada por un catalán formado ciclista en Azpeitia y que habla italiano en el buque insignia del pelotón ruso. Es su paradoja biográfica: nació en un hogar ciclista y no ha dejado de emigrar para seguir subido a una bicicleta.

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