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:: JOSÉ IBARROLA
¿Izquierda abertzale o nacionalismo radical?
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¿Izquierda abertzale o nacionalismo radical?

JESÚS CASQUETE

Martes, 23 de marzo 2010, 03:34

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No resulta sencillo encontrar espacios de convergencia en un país de disensos enconados y enquistados como el vasco. Complicado, pero no imposible. Mencionaremos uno: ¿Han caído en la cuenta de la unanimidad política y mediática a la hora de referirse como 'izquierda abertzale' al espacio político proscrito por los tribunales españoles a partir de 2003? Sin embargo, ¿disponemos de 'base probatoria' suficiente para ubicar en el plural espacio de la izquierda a esa sensibilidad política?

El espacio político del nacionalismo vasco radical (defenderé) es inequívocamente abertzale, esto es, patriota vasco, al tiempo que cuestionaré (entiéndase bien: no negaré, sólo arrojaré dudas razonables y razonadas en tanto no se ofrezcan a la opinión pública argumentos clarificadores al respecto) su condición de partícipe de la plural tradición de izquierdas. Si algo anda como un pato, vuela como un pato y nada como un pato, entonces es un pato. Pero quien, en su condición de observador externo, no ve plumas, patas ni pico a ese 'algo', entonces carece de criterio para dilucidar si efectivamente se trata de un ánade. Como la confrontación política es siempre también una lucha por denominar la realidad, ¿no caemos acaso en una irresponsabilidad cuando recurrimos a esa expresión?

Siempre es factible encontrar declaraciones o escritos de intelectuales orgánicos o de dirigentes del MLNV con soflamas incendiarias contra el capitalismo, el neoliberalismo, el industrialismo, el consumismo, la globalización o el imperialismo. Ahora bien: el radicalismo abertzale recurre con profusión a la retórica sinecdoquial y se autoerige en el auténtico representante del sentir y pensar de Euskal Herria en toda su extensión geográfica y pluralidad identitaria. Constituiría un despropósito parejo asimilar estos pretendidos deudos del marxismo con el conjunto de la militancia del nacionalismo radical, mayor si cabe confundirlos con su electorado. Esgrimiré varios argumentos y contraargumentos en auxilio de esta aseveración:

1. Si las sucesivas formaciones políticas que han representado ese espacio político desde la Transición española a la democracia hasta su prohibición fuesen percibidas por sus votantes como vanguardias comunistas, nos encontraríamos ante una verdadera anomalía en las leyes de la sociología electoral en las democracias liberales del siglo pasado y presente, a saber: que habitantes de medios rurales y semirrurales den su voto libre y de forma reiterada a formaciones con un programa revolucionario de izquierdas. Por lo demás, en algunas comarcas de fuerte arraigo del nacionalismo radical votan al 'comunismo' los nietos y biznietos de los que no hace tanto tiempo se sumaban con entusiasmo al requeté. Algún agudo analista habló de carlismo-leninismo para referirse al trasvase de adhesiones tan 'sui generis'… y no le faltaba razón.

2. La repetición apodíctica de su naturaleza revolucionaria por parte de algunos portavoces del MLNV no es credencial suficiente para que se convierta en verdad. Contrastar la retórica con la práctica resultará iluminador al respecto de su supuesto izquierdismo. Como corresponde a un movimiento que rechaza de plano el entramado institucional derivado de la Constitución española, el pilar principal de la práctica política del nacionalismo radical durante las últimas décadas ha descansado en la ocupación física de la esfera pública. En el país con la mayor densidad manifestante de Occidente, se cuentan por miles cada año (y decreciendo) las concentraciones y manifestaciones escenificadas por este espacio político. Si nos fijamos en las manifestaciones de carácter 'nacional' (para entendernos, aquéllas que habitualmente arrancan de la plaza Aita Donosti de Bilbao), comprobaremos que decenas de miles de personas han desfilado tras pancartas exigiendo la independencia, la democracia para Euskal Herria (otra forma de demandar la independencia) y el uso exclusivo de la ikurriña o expresando solidaridad con los presos de ETA. Nótese lo siguiente: no existe ni una manifestación multitudinaria al hilo de reivindicaciones universales que podamos asociar a la izquierda.

3. A partir de las declaraciones públicas de sus líderes y de los mensajes transmitidos mediante su política de calle, nadie medianamente informado tendrá dificultades en resumir el proyecto del MLNV acerca de la territorialidad, el euskera o el estatus de Euskal Herria con respecto a España y Francia. Ahora bien: el caso es bien distinto si se le inquiere sobre aquellas cuestiones que ayer, hoy y siempre serán preocupaciones de la izquierda: política fiscal, inmigración, globalización, laicismo, política de vivienda, mercado laboral, aborto, violencia de género o educación (neutralizando la propuesta sobre qué idioma ha de primar, va de suyo), por mencionar algunos de los temas más relevantes.

En suma: ¿Podemos legítimamente utilizar la etiqueta de 'izquierda abertzale' para referirnos a un espacio sociopolítico del que ignoramos, también antes de su ilegalización, qué opina sobre todos estos temas y otros muchos? A mi juicio, sólo si renunciamos a tamizarla por el cedazo de la crítica. Porque el ejercicio crítico, si algo revela, es la naturaleza ultranacionalista de ese actor político.

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