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Representación de una ópera en el Arriaga. :: LUIS ÁNGEL GÓMEZ
Curiosa paradoja
CON PERMISO

Curiosa paradoja

Resulta llamativo que el Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya vayan de la mano para hacer el nuevo San Mamés y se tiren los trastos a la cabeza por el Guggenheim Urdaibai

ENRIQUE PORTOCARRERO

Domingo, 14 de marzo 2010, 03:41

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Curiosa paradoja que el Gobierno vasco y la Diputación de Vizcaya se besen y luego vayan de la mano para invertir conjuntamente en el nuevo San Mamés, mientras que al mismo tiempo se tiran los trastos a la cabeza por culpa de esa otra inversión que es el proyecto del Guggenheim Urdaibai. Curiosa paradoja, sí, pero también curioso sinsentido. Es decir, tratándose del Athletic, de nuestro sacrosanto símbolo de unidad y credo, nada impide la armonía institucional para invertir dinero público en el estadio de un club privado. En otras palabras, las razones de austeridad y de 'losa' para el presupuesto de la Consejería de Cultura alegadas en el caso del proyecto de Urdaibai desaparecen por arte de magia, sí, cuando de lo que se trata es de poner dinero en algo que como el fútbol tiene mucho más rédito popular y electoral. En cambio, se mantiene la tensión y la bronca entre las partes por un proyecto cultural y más pacífico que el balompié, cuyo objeto encima es la creación de un museo público que pretende además la revitalización socioeconómica de una amplia zona vizcaína. ¿Será que el fútbol es un instrumento más eficiente que la cultura para la revitalización regional o para la elevación cultural del ciudadano? El mundo al revés, ya se ve, porque si por un lado la Diputación de Vizcaya no es capaz de buscar complicidades en algo tan civilizado como es un museo, por otro el Gobierno vasco se vuelve blando y flexible por el fútbol, aunque se mantiene tosco y férreo con el Guggenheim, con su marca, su museo y su nuevo proyecto. Vivir para ver, creo yo.

ÓPERA

Difícil equilibrio

Se dice que la ópera se ha convertido en un espectáculo de costes crecientes e ingresos menguantes. Costes crecientes, sí, porque cada vez son más caras las producciones y además los cachés suben si de lo que se trata es de garantizar un alto nivel lírico. Otro tanto pasa con los ingresos, en sentido contrario, ya que la crisis económica explica el descenso de las subvenciones y el mecenazgo. Un buen ejemplo de esta situación es la de dos grandes de la lírica en España, el Liceo de Barcelona y la ABAO. En el primer caso se habla de un posible aumento del endeudamiento, puesto que si por un lado el teatro catalán debe de abordar inversiones por importe de 25 millones de euros, por otro también ha sufrido un descenso del 5,4% en las subvenciones públicas (27,6 millones de euros) y del 5,2% en los ingresos de mecenazgo (6,03 millones). Más holgada es la situación de la ABAO, a pesar de las dificultades y los descensos. Y es que el ABAO no tiene endeudamiento, además de estar bien reforzada en cuanto a sus fondos propios. Otra cosa es que en el último ejercicio hayan caído los ingresos por patrocinio el 1,8% o que en la presente temporada el Ministerio de Cultura y el Gobierno vasco reduzcan sus subvenciones en un 10%, mientras que la Diputación lo hace en un 50%. Ya se intuye, claro, que la excelencia del Liceo o de la ABAO estará en un equilibrio entre costes e ingresos que no menoscabe la calidad operística. Una difícil tarea sin duda que exige complicidades públicas y privadas, desde el pleno convencimiento de la importancia socioeconómica que tiene un festival de ópera para una ciudad y una región.

Cultura Silencio imposible

Hay ocasiones en que es mejor estar callado. Y mucho más, claro, cuando el que habla cambia la reflexión ponderada por el verbo radical. Lo digo por Willy Toledo, pero también por Miguel Bosé, Esperanza Aguirre y sus respectivos palmeros y opugnadores, a cuenta del debate sobre la muerte de Orlando Zapata y sobre la democracia en Cuba. Que Willy Toledo tiene todo el derecho del mundo a decir lo que quiera no lo niega nadie. Y lo mismo digo y defiendo de su libre elección de ideología, credo o partido político. Incluso, hasta se puede admirar parcialmente su trabajo. Pero lo que no resulta aceptable es que quiera convencernos con su ignorancia estólida. Porque Orlando Zapata sólo es un delincuente común para una dictadura tan represiva como bananera, por mucho que Willi Toledo la quiera convertir en la Shangri-La de la democracia, haciendo distinciones y comparaciones escasamente creíbles. Orlando Zapata era, y no lo digo sólo yo, un preso político y de conciencia, lo mismo que Fariñas y muchos otros, todos ellos víctimas de una opresión y una crueldad política que no deberían jalearse ni siquiera por los tontos nostálgicos de la izquierda arcaica. Seguramente, la mejor manera de acabar con la dictadura cubana no es ni ejerciendo un bloqueo comercial, ni rompiendo relaciones con un régimen que a su vez representa a un pueblo hermano. Pero, con toda seguridad, tampoco parece que la mejor manera de impulsar la democratización de Cuba sea la de llamar 'preso común' a un ser humano que ha sido privado de libertad por razones evidentemente políticas.

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