¿Y qué decimos ahora?

Ya conocen la letanía: «Estamos hartos de los árbitros», dijo Ángel Viadero tras caer dos jornadas atrás en Pontevedra con la mirada puesta en una expulsión sufrida en la primera parte. Desde el club no se le corrigió. Al contrario, se remachó el clavo del victimismo. «Tal vez es el momento de protestar y de que nos oígan», anunció el director general, Oier Ortega. Llegados a este punto, hay que concluir que podemos estar ante un complot. ¿Mató la CIA a Kennedy?, ¿llegó de verdad el hombre a la Luna?, ¿los árbitros persiguen a conciencia al Eibar? Ése fue el follón de la semana pasada.

El domingo salimos de dudas. Hubo en Ipurúa dos penaltis y cuatro expulsados (dos jugadores y dos técnicos). Y como resulta que todas las decisiones fueron a favor del Eibar, ahora los mismos protagonistas dicen otras cosas. Viadero admite tener dudas sobre si la segunda mano, la que le dio el triunfo, fue dentro o fuera del área y concluyó con sentido común: «Los penaltis son parte del juego». ¿Y las expulsiones de las que tanto se ha quejado no? Así no hay teoría de la conspiración que se sujete.

Mantuve la pasada semana que estas cosas se hacen en silencio. Si se tiene que protestar, algo legítimo, se hace en la clandestinidad y/o a través de los medios. El asunto generó debate en los foros. Desde los que pidieron al club censura en su página web (por salud democrática sin éxito), a quienes cayeron en el insulto zafio o, los únicos que de verdad importa, argumentaron en contra de lo escrito con sus interesantes razonamientos.

Habrá ahora quien juegue a ventajista y mantenga que el lío de la pasada semana afectó al árbitro del domingo. Pero hay que entender tres cosas. Una: ¿para ganar al peor visitante del grupo hay que montar ese zafarrancho? Dos: si es así, ya hemos gastado este comodín. Y tres: los árbitros forman parte del azar del fútbol. Y no olvidemos que estamos en un deporte de fallos. Cada uno de los centenares de goles que hemos visto tiene un error detrás.

Estamos más cerca de la Ponferradina, aunque el juego emita cada vez peores señales. Aún así, celebrémoslo. Lo que importa es subir, no buscar excusas para un fracaso. Y que nadie olvide que el público silbó el juego de su equipo, no al árbitro.