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Rabin y Arafat se dan la mano ante Clinton. / Reuters
Los Acuerdos de Oslo cumplen 20 años con la confianza evaporada
CONFLICTO ENTRE ISRAEL Y PALESTINA

Los Acuerdos de Oslo cumplen 20 años con la confianza evaporada

El apretón de manos del primer ministro israelí Isaac Rabin y el dirigente palestino Yaser Arafat en la Casa Blanca se convirtió en símbolo del proceso de paz

EFE

Viernes, 13 de septiembre 2013, 10:52

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La sensación de confianza que rodeó la firma de los Acuerdos de Oslo hace hoy 20 años se ha "evaporado", pero ha dejado un poso esencial -el del diálogo- para las negociaciones actuales entre Israel y Palestina, según los expertos en el conflicto. El apretón de manos que el 13 de septiembre de 1993 compartieron frente a la Casa Blanca el primer ministro israelí Isaac Rabin y el dirigente palestino Yaser Arafat se convirtió al instante en un símbolo de la esperanza en el éxito del proceso de paz.

Veinte años después, sin embargo, la mayoría de los observadores dan por muerto un proceso que no pudo lograr su objetivo inmediato de cerrar un acuerdo permanente en el plazo de cinco años, y tampoco ha conseguido mantener en las dos partes la confianza plena en que una solución de dos Estados es posible. "El espíritu de Oslo está muerto. La idea de un proceso de paz en el que ambas partes mejoren su confianza a través de asuntos más transitorios y después encuentren la forma de resolver los temas de estatus final ha fracasado", afirmó Nathan Brown, experto en Oriente Medio en el Carnegie Endowment for International Peace.

Aaron David Miller, un experto en la región que asesoró al Gobierno de Bill Clinton en el proceso de paz de los años 90, cree que la esperanza en el triunfo de los Acuerdos de Oslo duró apenas dos años, entre su firma en 1993 y el asesinato de Rabin en 1995. "Desde entonces, la mayor parte de la confianza y las relaciones que existieron entre los negociadores israelíes y palestinos se ha fracturado gravemente, y nunca se ha recuperado", aseguró Miller, que hoy es analista en el centro de estudios Wilson Center.

En el mismo sentido, Brown recordó que las negociaciones previas a la firma de los acuerdos estuvieron marcadas por "profundas sospechas", pero a la vez "había una voluntad de arriesgarse". "Ahora, ambos lados sienten que sus peores miedos sobre el otro estaban justificados, por lo que la pequeña cantidad de confianza que había entonces se ha evaporado", concluyó Brown. Según Miller, el golpe que acabó de derrumbar esa confianza fue la fallida cumbre de Camp David en 2000, que "generó expectativas que no podían cumplirse, como sigue ocurriendo hoy".

Ese análisis augura un panorama sombrío a las nuevas negociaciones directas que comenzaron en julio pasado en Washington, y que continúan en completo secreto en Jerusalén y Jericó con el fin de llegar a un acuerdo en los próximos nueve meses. "Son negociaciones que están completamente divorciadas de los debates públicos en ambos lados. Ninguna de las dos sociedades los toma en serio", consideró Brown. Miller, por su parte, consideró "muy difícil" que las negociaciones lleguen a buen puerto porque son "herederas de los defectos" de todos los procesos de paz anteriores. "La desconfianza es grande, las diferencias en los asuntos clave son enormes, los líderes son prisioneros de sus propias casas políticas en lugar de dominarlas, y hay otras prioridades mucho más urgentes en Oriente Medio", evaluó.

Fe en el proceso

Pero incluso ese proceso debilitado mantiene una profunda herencia de los Acuerdos de Oslo, que "definió los contornos actuales del conflicto israelí-palestino y de las posibilidades de solucionarlo". "Los acuerdos de Oslo pueden estar muertos, pero dejaron tras de sí un legado de diálogo entre el Estado israelí y la Autoridad (Nacional) Palestina (creada en ese mismo momento) que hoy continúa", apuntó Miller. "Quedó la impresión de que un acuerdo entre Israel y Palestina no podía lograrse a través de un proceso gradual, sino que había que tratar los asuntos importantes de frente", agregó.

Ese legado se impregnó en el estilo de mediación de EE UU, que se incorporó "a última hora" al proceso de Oslo y tuvo un papel meramente "ceremonial" en él, según recuerda Miller, pero desde entonces ha buscado acompañar las negociaciones desde el principio. "Hoy, Estados Unidos se inclina más a plantear sus propias ideas. Y está mucho más dispuesto a tratar los asuntos difíciles de entrada en lugar de retrasarlos", señaló Brown.

Quizá por eso, mientras varios funcionarios palestinos aseguran que las negociaciones actuales no están avanzando, Estados Unidos transmite una fe absoluta en el proceso, la misma de la que, según Miller y Brown, carecen los negociadores israelí y palestino. "No podemos predecir el resultado, pero el hecho de que estén sentándose y teniendo conversaciones serias y creíbles es algo que hay que tener en cuenta", manifestó esta semana a periodistas la portavoz del Departamento de Estado, Jen Psaki.

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