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Pedro (i) celebra su gol junto a Villa. / Albert Gea (Reuters)
El Barça jugará su sexta semifinal consecutiva
Fútbol | Liga de Campeones

El Barça jugará su sexta semifinal consecutiva

Pedro rescató a un equipo azulgrana que parecía a merced del PSG hasta que entró Messi medio lesionado

CRISTIAN REINO

Jueves, 11 de abril 2013, 03:05

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Con mucho sufrimiento, viéndose fuera un buen rato y tirando de fe más que de fútbol, el Barça selló este miércoles su pase a semifinales, ante un PSG que fue mejor y que vendió muy cara su eliminación. Como en Milán, el equipo azulgrana cometió un error: subestimó a su rival. El buen resultado de la ida y la superioridad que mostró el cuadro catalán en París le condujeron a un espejismo, que a punto estuvo de costarle muy caro.

Pero el Barça supo sufrir, tuvo aplomo, no perdió los nervios y tuvo el suficiente oficio como para pasar la eliminatoria y plantarse en las semifinales. Serán las sextas en seis años, una serie consecutiva que no tiene parangón en el panorama actual y que confirma que este equipo ha marcado una época. La época de Messi, que al final no jugó de titular, pero se reservó para los momentos delicados. Su situación era más que mermada, tras caer lesionado en París. Jugó 35 minutos y armó la jugada que dio la clasificación a su equipo. Se asoció con Villa y Pedro, que nunca falla en las citas con enjundia, sentenció al PSG.

Sin embargo, el Barça apenas se reconoció durante los 90 minutos. Padeció con demasiadas cosas. Por supuesto, a balón parado. Cada vez que Álex y Thiago Silva se incorporaban al ataque era un suplicio para la zaga local. Lo pasaba mal también con los pases interiores, tanto de Pastore, como de Verratti. Lucas y Lavezzi campaban a sus anchas entre líneas y se colaban entre la línea de cuatro azulgrana con excesiva facilidad. Y sufría de lo lindo con los lanzamientos lejanos. Lavezzi, Lucas Moura e Ibrahimovic tenían un cañón. ¿El problema? Las líneas del Barça jugaron muy alejadas, poco juntas, por lo que la presión no surtía efecto. Y encima, el PSG, en cuanto recibía, hacía un par de maniobras muy rápidas y con un cambio de juego, ya montaba el lío. Y luego estaba Ibrahimovic. Es muy bueno y las defensas no saben cómo amarrarle. Eso sí, ha militado en lo más granado del fútbol (Ajax, Milan, Inter, Juventus, Barça y PSG) y sigue sin levantar la Champions. Por algo será. El PSG, en cualquier caso, llegó con suma facilidad y no es exageración decir que Valdés fue de lo mejor de los azulgrana. Detuvo un mano a mano a Lavezzi que era gol seguro y atajó un par de remates de Lucas Moura, que llevaban muy mala intención.

Sin patrón

El equipo que alineó Tito Vilanova no encontró el sitio. Estaba lento, espeso. Faltaba Messi, sí, pero sobre todo faltaba un patrón. Una idea, un plan sobre cómo hincarle el diente a la defensa del PSG. Iniesta, que algo sabe de fútbol, lo dejó bien claro en la previa: «Tenemos Messidependencia». Fue tan sincero que caso dejó entrever sus temores. Messi recibió el alta de los médicos horas antes del partido y Tito no quiso arriesgar. Se guardaba el as en la manga. Para lo que pudiera pasar. Su puesto como falso nueve lo ocupó Cesc. El domingo pasado hizo tres goles ante el Mallorca y se ganó la titularidad. Junto al ex del Arsenal, Vilanova colocó a Pedro y Villa, que pasaron desapercibidos hasta la jugada decisiva. El centro del campo (Busquets, Iniesta y Xavi) era la única línea del equipo que se completaba con los integrantes titulares. Porque atrás, ante las bajas de Mascherano y Puyol, tuvo que improvisar con Piqué y Adriano como pareja de centrales. Tenía otras opciones (Bartra o Busquets), pero quería un hombre rápido para cortar las contras de los franceses. Ancelotti, por su parte, hizo pocos cambios respecto a la ida. Si acaso modificó el centro del campo, obligado por la baja de Matuidi. Apostó por Verratti y Motta y todo lo demás igual.

Todos los malos augurios de la primera parte se confirmaron en el 50. Ibrahimovic y Pastore lanzaron una contra endiablada y el argentino resolvió con delicadeza. Un sudor frío recorrió la frente de las 96.022 almas que se dieron cita en el Camp Nou.

A falta de media hora, Messi saltó al campo en lugar de Cesc. Su salida surtió efecto de inmediato. El público se implicó más y el Barça se lanzó a tumba abierta. Con un riesgo añadido: Ibrahimovic y Lavezzi se quedaban en el centro del campo con la escopeta cargada. Pero ya estaba Messi. Gambeteó sobre la media luna, se asoció con Villa, éste cedió sobre Pedro, quien lanzó un zurdazo que se alojó en la escuadra de Sirigu. Algo de tranquilidad regresó al estadio a falta de 20 minutos. Pero Messi sufría. Se echaba la mano a la pierna y ni presionaba. Con la cabeza gacha, miraba al banquillo. Tocaba apretar los dientes. El equipo tiró de oficio y culminó el pase a semis. El 2-2 de la ida era todo un tesoro.

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