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¿Y ahora qué?
balonmano | opinión

¿Y ahora qué?

No cabe duda de que la final del domingo ofrece una exquisita imagen de un deporte como es el balonmano, el tercero en importancia tras el fútbol y el baloncesto

MIGUEL A. PINDADO

Martes, 29 de enero 2013, 09:57

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Un título histórico, una final irrepetible, España en la elite del balonmano mundial. No cabe duda de que la final del domingo ofrece una exquisita imagen de un deporte como es el balonmano, el tercero en importancia tras el fútbol y el baloncesto. De hecho, fue el balonmano el que abrió el camino de los títulos terráqueos a las otras dos especialidades deportivas.

Un pabellón a rebosar, un juego excelso, una imagen organizativa impecable y encima el título se queda en casa. Pero tras el más que probable periplo de los medallistas por televisiones, instituciones, etc, ¿que pasará con el balonmano?

Tras esa idílica imagen de la arcadia balonmanística existe una realidad que en nada tiene que ver con la final de Barcelona. En la selección, siete jugadores son azulgrana, dos del Atlético de Madrid, cinco juegan fuera de España y uno del Ademar, que sustituía a un lesionado del Barça. Es decir, un equipo y los foráneos forman el equipo nacional, lo que da una idea del resto del balonmano español.

Salvo Barcelona y Madrid (el Atlético lleva dos años en la capital de España), o en menor medida Valladolid y Zaragoza, el balonmano es un deporte que se sostiene en ciudades de tamaño medio (Cuenca, León, Pontevedra, Vigo, Huesca, Sagunto, Logroño, Pamplona, Aranda de Duero, Palma del Río, Guadalajara y Granollers) y la afluencia de público a sus pabellones suele ser bastante discreta salvo en esporádicos partidos. Y los recursos económicos, aún menores.

La situación económica de dichos clubes es en su mayoría calamitosa, con impagos tan frecuentes como las jornadas de liga; con problemas de deudas acumuladas año tras año; con inminentes concursos de acreedores; con clubes históricos que han desaparecido y otros que están al borde de la desaparición; con otros que se niegan a abonar el canon por jugar en la elite; con las figuras nacionales abandonando el país porque no hay clubes donde se les pueda garantizar siquiera el cobro de sus salarios; con una organización deportiva anquilosada como es la Asobal o la propia Federación Española, que no han sabido vender los inunmerables éxitos del equipo nacional...

El título mundial se ha conseguido por méritos propios con una generación de jugadores que han participado de una de las mejores ligas del mundo, como ha sido la española, pero a la que la falta de previsión, de recursos y la crisis ha llevado a una situación penosa, crítica y de compleja solución. Y es hora de empezar a ordenar el balonmano español, de dotarle de las infraestructuras básicas y de las normas adecuadas para generar clubes solventes donde se mime el balonmano de base, que al fin y al cabo será el balonmano del futuro.

Que el brillo de la segunda estrella en la camiseta nacional no impida ver la realidad del balonmano hispano y sea la primera piedra donde edificar su recuperación.

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