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DAVID DE JORGE
Jueves, 28 de noviembre 2013, 21:08
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Los negocios pilotados por mujeres son de calibre especial y La Guinda, localizado en una de las calles del barrio de Gros con más mambo, es perfecto ejemplo que lo confirma. El garito es una especie de dinner anglosajón montado con mucho gusto, servido exclusivamente por muchachas, reinas del lugar y guardianas de lo que se guisa y se sirve en sus diminutas mesas. Si este pequeño local, ahora en proceso de ampliación, fuera un balón de reglamento y le diéramos un puntapié, podría caer tranquilamente en cualquier barrio civilizado del mundo mundial sin desentonar, pues paseando por Mayfair, Brooklyn, el madrileño barrio de Salamanca o Montmartre encontramos bomboneras de similares características en las que apetece detenerse para tomar un tentempié, leer un libro, quedar con un colega, beber un trago o comerse algo sustancioso.
La Guinda es todo eso y atesora personalidad. De entrada, la terraza invita a detenerse, pues el mobiliario es simple y confortable. Luego, la sonrisa de las chicas es un arco iris que puede con la mayor de las tormentas, y todo aquello es un escenario de golosinas: alfajores, bollería, bizcochos, plumcakes, tartas de queso rellenas de dulce de leche, de chocolate, de limón con merengue, puddings y demás tentaciones.
Aires porteños
Las cocineras, Yani Basile y Marta García, con la porteña Romina Mosquera a la cabeza, son unas leonas de campeonato. Si uno asoma la cabeza por el ventanuco de la cocina se las ve trabajar y remover bechameles, sopas, estofados y cremas con un arte que no se puede aguantar. Cuenta la patrona que un día le entró una nostalgia loca de tener un pedacito de su Buenos Aires amado en Donostia, con el aire bohemio tan particular del barrio de Palermo, con cosas ricas para compartir con amigos.
Aquí bien puede uno desayunar, tomar un brunch, comer un menú del día auténtico y muy ajustado, merendar como caimanes, picotear unas tartas saladas guarnecidas de ensaladas bien aliñadas u optar por una carta en la que nunca faltan tostas, woks y salteados, platos calientes y una hamburguesa reventona.
Postres en el armario
Hay picoteo que es apuesta segura, como la bandeja de hummus, guacamole y tomate con pan para untar y ponerse morado. El salmorejo de tomates del país con bonito y cebolleta entra como un obús. El carpaccio de solomillo con aliño de mostaza es plato currado. Si uno pincha con el tenedor, la carne se siente, doblas la loncha y el aderezo chorrea y se entremezcla con la rúcula y las virutas de queso, ¡ñam! Irrenunciables también las croquetas.
No desmerece en absoluto la lasaña vegetal y no se vayan sin probar la tosta de escalibada de verduras con queso brie gratinado y olivas negras o la afamada hamburguesa, ni muy gruesa ni demasiado fina y con huevo que chorrea cuando la muerdes. Para los postres hay que levantarse de la mesa y acercarse al armario junto a la barra. Si uno se va de allí sin comer el pastel de queso con dulce de leche es para que le deshereden.
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