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Los novios de hoy en día buscan la originalidad y el espectáculo.
En el halcón y en la enfermedad
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En el halcón y en la enfermedad

Las bodas contemporáneas tienden al espectáculo y el desvarío. Pero vivan los novios, por supuesto, en términos generales

PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA

Sábado, 19 de octubre 2013, 20:49

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Yo escribí una vez una columna sobre las fotos de boda que se hace la gente. Y se me enfadó el sector. El sector fotográfico nupcial. Esto, que se te enfade alguien, es común en el oficio. A veces se te enfada un colectivo humano más o menos definido, a veces se te enfada un particular emboscado y fuera de sí. Pero siempre se enfada alguien. Creo que tiene que ver con el triunfo de la mente literal. También con que hoy la formación del espíritu nacional se imparte en las tertulias de la tele y proliferan los inquisidores a pequeña escala, tan listos y agónicos, tan dramáticos. Pero tampoco me quejo. Hay colegas a los que, después de un artículo, ha llegado a enfadárseles una comunidad autónoma entera. Son gente muy admirada dentro de la profesión.

Lo que venía a decir yo en la columna aquella de las fotos era más o menos que todo era muy raro. Lo de las bodas modernas. Esos novios que se casan de repente disfrazados de Shrek o medievales. Esos novios que se sacan las fotos semidesnudos y metidos hasta la cintura en el océano. Esos novios que, para cortar la tarta, se lanzan desde un avión con un paracaídas en la espalda y una catana entre los dientes. Es la búsqueda desesperada de la originalidad y el espectáculo. Como si casarse con un congénere no fuese por sí mismo algo suficientemente inverosímil y chiflado.

No descarten que aquella columna la escribiese yo después de haber estado en una boda, es decir, con el cerebro devastado por la resaca y el estupor. Porque no es fácil hoy ir a una boda y salir indemne. Para conseguirlo hay que realizar con éxito un sutil equilibrismo consistente en caminar por un alambre sobre dos vacíos igualmente espeluznantes: el de la misantropía aguafiestas y el del fachenderío gilipollas. Quiero decir que no es fácil salir de una boda sin haber pegado a nadie. Y tampoco sin haber abrazado a nadie. Esos abrazos beodos a las tantas mientras suena Paquito el Chocolatero, versión King Africa, ven a bailar no seas soso, pero qué soso eres, ¿por qué no bailas?, ¿y por qué no te quitas la chaqueta?, ¿no tienes calor?, eres el único que no se ha quitado la chaqueta, quítate la chaqueta, hombre, y ven a bailar, quítate la chaqueta, ven a bailar, etc.

Lo cierto es que vuelve uno de las bodas como volvía Pérez-Reverte de las guerras. Muy marcado a fuego y tremebundo, con barba de dos días, citando a Conrad y habiendo visto cosas que desearías no haber visto nunca. Yo estuve en una boda en la que de repente el novio pidió un micro y se puso a cantar. En la iglesia. Una de Andrea Boccelli. Se lo juro. Yo no he citado nunca tanto a Conrad. "El horror, el horror", mascullaba con los ojos inyectados en sangre, entre temblores, sabiendo que después de aquello mi vida nunca sería la misma. Y a mi alrededor todo el mundo llorando. Pero no por el disgusto, qué va. De la pura emoción. Menos mal que tampoco he tenido que ir yo a muchas bodas. Lo pienso ahora y me doy cuenta. Se dan en mi entorno muchos más divorcios que bodas. Es algo aritméticamente inexplicable, pero también algo muy de agradecer.

Todo esto viene a que acabo de enterarme de que se celebra este finde Expobodas en el BEC. Y a que una de las empresas participantes en la cosa lo que hace es poner halcones a disposición de los novios. Halcones. Al parecer, comienza a estilarse que sea un halcón el que lleve los anillos a los contrayentes. Un halcón que llega volando y se posa en el brazo del novio, portando los anillos en el pico. Imagino que lo hará en el brazo que el novio tiene libre mientras agarra el micro y se arranca por Whitney Houston. Y pensar que a mí se me enfadó el sector fotográfico nupcial por decir que se nos estaba yendo todo de las manos. Este año la madrina de Expobodas es Lydia Lozano. Qué manera de darme la razón.

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